martes, 22 de noviembre de 2016

Predicación

27° Domingo de Pentecostés | Cristo Rey – 20 de Noviembre de 2016

Leer: Jeremías 23:1-6 – Colosenses 1:11-20 – Lucas 23:33-43

¿Qué Cristo es rey?

Este Domingo es llamado por la tradición de la Iglesia, Domingo de Cristo Rey. Nuestros hermanos católicos romanos, nos dicen al respecto que “la fiesta de Cristo Rey fue establecida por la Iglesia en la época del ocaso de las monarquías con objeto de apoyar a las monarquías y aristocracias, interesadas por la pervivencia del Ancien Régime, y para oponerse a los nacientes regímenes republicanos, que representaban los intereses del pueblo, de los pobres, del liberalismo y de la naciente democracia”[1].
Más allá de este origen un tanto cuestionable, es interesante que los textos nos hablen de un rey no muy convencional. A lo largo de los textos del Evangelio de Lucas que hemos abordado este año, hemos podido ver cómo Jesús ejerce su reinado. Comienza su ministerio luego del bautismo de Juan (Lc 4:1ss) enfrentando las tentaciones del diablo. Donde una de ellas es justamente postrarse delante de él para obtener el poder y la gloria de todos los reinos de la tierra. Jesús no cae en esta ni en ninguna tentación. Él ejerce su reinado no como los demás reyes, sino rodeado de pobres, pecadores, mujeres, enfermos, de marginados culturales, sociales, políticos, morales y religiosos. No se rodea de ricos y sabios de los que “valdría la pena rodearse”, sino que se rodea de aquellos con quienes “no vale la pena rodearse”.

Jesús, el anti-rey:
Jesús es una especie de anti-rey. Porque hace lo que supuestamente no debería hacer. Elige colaboradores rudos y toscos, que no siguen las costumbres religiosas que otros judíos respetaban (Lc 6:1ss). Llama al seguimiento a pecadores y traidores a quienes nadie quería, como Leví (Lc 5:27ss). Conversa en más de una oportunidad con mujeres en ausencia de sus maridos, padres o hermanos, permitiendo, incluso, que muchas de ellas sean sus seguidoras (Lc 10:38ss). Se enfrenta abiertamente con escribas y fariseos, lo que motiva que lo acosen busquen excusas para ir contra él (Lc 11:37ss). Habla de los ricos y de la necesidad de no hacerse los ciegos ante la necesidad de los demás, asumiendo responsablemente el cuidado de quienes menos posibilidades tienen (Lc 16:19ss). Jesús es una especie de anti-rey. O en otras palabras, el modelo acabado y perfecto de quien trae a nosotros el Reino de Dios.
Este mundo, representado por los poderosos y por los garantes del orden y la normalidad, acusa, detiene, tortura con saña, y crucifica a quien anuncia un reino distinto. Un reino de Paz que se consigue sin la fuerza y la violencia, un reino de Justicia con equidad, un reino de Verdad sin lugar para la mentira y el engaño, un reino de Amor sin condiciones, un reino de Gracia disponible para toda persona que quiera recibirla.
Los poderosos y los garantes del orden y la normalidad son, también, quienes se burlan de Jesús crucificado (Lc 23:35-40). Son los gobernantes, que han podido concretar su plan para deshacerse de Jesús, quienes se burlan de él. Son los soldados romanos, último escalón del imperio, quienes también se burlan de Jesús. Finalmente, también se burla de él, uno de los malhechores. Este no es poderoso, no es garante del orden y la normalidad. Sin embargo, en su ceguera piensa de la misma manera que quienes lo han colgado también a él en una cruz para darle muerte.
El otro malhechor es el único que parece entender que Jesús es distinto y que no merece lo que le está sucediendo. Este malhechor, admite merecer la condena que le han impuesto a él y a su compañero. Algo debe haber escuchado del mensaje de Jesús para decir lo que dice. Algo le deben haber contado, para que aún estando delante de Jesús crucificado, le pida que lo recuerde cuando venga en su Reino (Lc 23:42).
Otra vez, quien se acerca a Jesús es alguien con quien sería mejor no tener contacto alguno. Sin embargo, Jesús le anuncia sin vueltas: “Hoy estarás conmigo en el paraíso” (Lc 23:43).
Las preguntas que nos tenemos que hacer a la luz de este pasaje del Evangelio, nos deben hacer pensar en los poderes de nuestro mundo, de nuestra sociedad.

¿Qué tipo de poder ejercen los poderosos de nuestros tiempos?
El pastor Luterano Daniel Erlander (EE.UU), sostiene que los seres humanos tenemos una tendencia a ver y a recrear el poder en forma piramidal del tipo faraónico[2]. Arriba ubicamos al faraón, en el siguiente piso ubicamos a la familia real; en el tercer lugar ubicamos sus funcionarios y otros personajes importantes, como las fuerzas de seguridad; en el cuarto lugar encontramos los ciudadanos comunes, granjeros, comerciantes, artesanos, etc.; para encontrar en el último lugar sólo los esclavos y las esclavas.
Este sistema piramidal de poder se sigue ejerciendo en la actualidad. Un sistema de poder que se basa en la opresión del otro, de la otra, para sostener el poder. Un sistema de poder que se ha trasladado a todos los ámbitos en los que nos desempeñamos: al ámbito político, en donde algunos venderían cualquier cosa y ensuciarían a cualquiera para llegar más lejos; También ha llegado al ámbito empresarial, donde algunas personas sólo ven números y variables numéricas, sin advertir que hablan de personas, familias y pueblos enteros; Ha llegado también al ámbito laboral, donde algunos pisan, maltratan y explotan a sus empleados y empleadas para obtener mayores ganancias amenazándolos con dejarlos en la calle; Lamentablemente ha llegado también al ámbito hogareño, donde mayormente los varones ejercemos poder relegando a las mujeres a un lugar inferior, siempre a nuestro servicio, robándoles muchas veces, hasta la vida; Finalmente, este sistema de poder ha llegado a nuestras propias iglesias, en las que muchas veces queremos ejercer el poder de la misma manera…
Este sistema de poder es el que el diablo le ofreció a Jesús al comienzo de su ministerio. Este es el modelo de poder anti-cristiano, que oprime, daña, limita la vida, deshumaniza, y destruye la creación. Este es el modelo de poder al que no nos debemos acostumbrar y que debemos combatir desde nuestras propias realidades.

Un malhechor que no puede ver:
Es muy interesante que el malhechor que insulta a Jesús, sea seguramente víctima del sistema por el cual su pueblo ha sido conquistado por una potencia extranjera que le ha robado mediante los altos impuestos, sus tierras, sus casas, y hasta sus propias familias. Sin embargo, este hombre, quiere que Jesús ejerza el mismo poder que a él lo arruinó. Quiere que Jesús caiga en la otra tentación que el diablo le propuso en el desierto: “Escrito está: a sus ángeles mandará acerca de ti, que te guarden” (Lc 4:10). Por eso dice: Sálvate a ti mismo y a nosotros”.

Un malhechor que ve:
El otro malhechor es quien siendo víctima también del sistema opresor dominante, se anima a ver en Jesús crucificado, alguien distinto. Logra ver en Él, quizás por lo que ha escuchado o visto anteriormente, la posibilidad de vivir en mundo que tenga otro sistema. Un mundo en el que no haya que oprimir para ser o estar mejor. Un mundo en el que los poderosos no se sirven de la gente, sino que la sirven. Un mundo donde las cosas no se consiguen por la fuerza y la violencia, sino con respeto y fraternidad.
Finalmente, debemos advertir que Jesús se identifica hasta el último momento de su vida y ministerio con aquellos que son oprimidos y marginados por quienes detentan el poder real. Esa es la coherencia de Jesús y la coherencia del Evangelio que anuncia y que llega a nosotros y nosotras en este día.
¿Con qué poder nos vamos a identificar? ¿Se habrá filtrado el sistema de poder opresor en nuestras vidas, en nuestras relaciones? ¿Me voy a identificar con las víctimas actuales del sistema dominante? ¿O me voy a identificar con los opresores sin poder ver más allá, como el primer malhechor?
Quiera Dios que tengamos los ojos bien abiertos y podamos ver en el crucificado al Hijo de Dios, quien trae a la humanidad Su Reino. Que podamos tener los ojos bien abiertos para identificar a quienes son víctimas del sistema de poder actual, y que podamos anunciarles por palabra y por acción una realidad diferente. Que el Espíritu de Dios nos ayude y nos ilumine, Amén.

Oración:
Amado Dios nuestro, te reconocemos como soberano de tu Iglesia y también de nuestras vidas. Ayúdanos mediante tu Espíritu Santo, a que podamos ver que en Cristo reinas también desde la cruz, en la que te identificas con quienes luchan, con quienes padecen dolores, con quienes sufren injusticias. Que podamos tener presente también, que en esa cruz hay salvación disponible para todas las personas que quieran vivir una vida distinta y mejor. Te lo pedimos en el nombre de Cristo Jesús, quien vive y reina contigo, Amén.


P. Maximiliano A. Heusser



[2] Daniel Erlander “Maná y misericordia”, material sin editar, p. 4 

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