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Domingo de Pentecostés – 18 de Octubre de 2015
P.
Maximiliano A. Heusser
Leer:
Job 38:1-7, (34-41) - Hebreos 5:1-10 - Marcos
10:35-45
El texto del Evangelio de hoy nos habla de
la realidad humana, de nuestra forma de ser, de nuestros valores, de lo que
para nosotros es importante.
Es sabido que la ubicación al lado de una
persona importante no es una cuestión menor. Si viniera a nuestro Culto el
Intendente, decidir quién se va a sentar a su lado, seguramente no sería una
cuestión menor. Es muy probable que algún responsable de protocolo nos
sugiriera que la Presidenta de la Junta Directiva se sentara a su lado (porque
junto al Pastor parecen las personas más importantes de la comunidad).
Pero estas cuestiones no se dan solamente
en relación a lo político. Si pensamos en una fiesta de casamiento o de 15
años, también va a haber una mesa de “privilegiados” que se sientan con los
agasajados. Son, como dice el Evangelio en otro lugar, los primeros lugares…
En el relato se hace evidente que los
discípulos no entienden del todo a Jesús. De hecho, Jesús acaba de anunciar su
muerte con lujo de detalles (10:32-34) y estos dos hermanos piden posiciones de
privilegio en su gloria. Piden estar en los lugares reservados para los
honrados y para los que secundan en autoridad y poder al que está sentado en el
trono.
Por otro lado, también debemos señalar que
el pedido es tramposo, piden que Jesús diga que sí, sin hacerle primero el
pedido. Es como cuando los chicos dicen: “te voy a pedir algo, ¿Me vas a decir
que sí?”. De alguna manera, buscaban condicionar una respuesta positiva de
parte de Jesús. La intención es desarticulada por la respuesta de Jesús. En un
comentario a este texto de Pablo Rojas Banuchi, éste sostiene la necesidad de
repensar nuestras oraciones a Dios, y cómo muchas veces, oramos condicionando a
Dios para que sólo nos responda afirmativamente. Muchas veces nuestra oración
se parece mucho al pedido de estos dos hermanos.
También hay que decir que este planteo nos
muestra que Jacobo y Juan son tremendamente egoístas, sólo piensan en ellos
dos, ni siquiera en alguno de los otros discípulos. La preocupación es por
ellos. Los dos hermanos quieren obtener beneficios de parte de Jesús. Esta
lógica es aquella que postula que quien es cercano a alguien poderoso se
beneficiará por ello. Estará en una situación de ventaja ante las demás
personas. Esta lógica que relaciona el poder y el privilegio, es la misma que
llega hasta los poderosos y sus amigos en nuestros tiempos. Esta lógica utilizada
por Jacobo y Juan es la misma que en la actualidad acomoda licitaciones, que no
hace concursos para cubrir cargos, que no es clara con el destino de los fondos
económicos, en la que amigos y familiares son designados es puestos de
responsabilidad. La lógica que relaciona el poder y el privilegio.
Jesús les dice que ellos no saben lo que
están pidiendo. El pastor y conferencista centroamericano Harold Segura,
sostiene que “quien habla con Dios (oración) debe, primero, conocer lo que ese
Dios busca y desea (discernimiento). Quien ora centrado en su propia voluntad,
convierte la oración en un burdo medio para promocionar sus propios intereses.
Estos, como Santiago y Juan, ‘no saben lo que están pidiendo’”. Otra vez se nos
anima a repensar y analizar la manera en la que oramos, sobre todo, lo que
pedimos a Dios en oración.
Jesús les dice que ellos pueden hacer
varias cosas como él, pueden beber de su copa y pueden recibir el mismo
bautismo. Sin embargo, los lugares a su derecha y a su izquierda ya han sido
pensados para otros. Sobre beber su copa y recibir su bautismo, los biblistas
coinciden en que es una alusión de Jesús a las consecuencias de su ministerio,
especialmente en lo que respecta a su pasión y muerte. Es decir, que mientras
Jacobo y Juan quieren sentarse en los mejores lugares accediendo a todos los
privilegios por estar al lado de Jesús, él les contesta que lo que pueden tener
y vivir a su lado tiene que ver con el anuncio que les acababa de hacer
(10:32-34).
Otra vez se pone de manifiesto la
distancia enorme que existe entre los discípulos y Jesús. Hay una dificultad
evidente de entender la propuesta del Reino que trae Jesús. Es interesante
notar que si esta dificultad la tenían aquellos que caminaban con Jesús, que lo
escuchaban a diario, que convivían con él, mucho más la tendremos nosotros y
nosotras, que reflexionamos y buscamos entenderlo 2000 años después.
Los diez discípulos restantes se enojaron
con Jacobo y Juan. Marcos, el evangelista, no nos aclara la razón del enojo de
los diez. Quedándonos en el campo de la imaginación podemos plantear –por lo
menos- dos posibilidades: la primer posibilidad es que los diez hayan entendido
lo desubicada y alejada de la voluntad de Dios de la propuesta de Jacobo y
Juan. Esta posibilidad deja “bien parados” a los diez y nos anima a pensar que
la mayoría de los discípulos entendían a Jesús. Ahora bien, la segunda
posibilidad es que los diez se hayan enojado porque ellos también querían estar
al lado de Jesús en su gloria, y Jacobo y Juan se les adelantaron (los
“primerearon”, diría un cordobés). Esta posibilidad no deja muy bien parados a
“los doce”. Jacobo y Juan son casi representantes del sentir general de los
discípulos.
Jesús les dijo que los que gobiernan las
naciones se enseñorean de ellas y ejercen su poder sobre los demás. Jesús hace,
de esta manera, una crítica a aquellos gobernantes que ejercen su poder sobre
los demás y los oprimen. En 1 Samuel 8:11-18, cuando el pueblo de Israel pide
tener un rey como tienen los demás pueblos, encontramos la crítica más aguda y
profunda a esta manera de ejercer el poder y la autoridad. En esa línea
profética se ubica Jesús. La propuesta del Reino de Dios no tiene nada que ver
con esa manera de ejercer el poder y oprimir a los demás. El Reino propuesto
por Jesús es un Reino liberador.
Esto se confirma cuando Jesús les dice: “No
será así entre ustedes”. El que quiera hacerse grande, será servidor de todos.
Jesús deja bien en claro que la intención de Jacobo y Juan es totalmente
incorrecta. En primer lugar, la relación entre el poder y los privilegios no
tiene lugar en el Reino de Dios. Esa lógica y manera de ver y entender el
mundo, no tiene nada que ver con el Reino de Dios. En el Reino de Dios los
únicos que pueden llegar a ser privilegiados son aquellos que no tienen ningún
poder. Son los “último orejones del tarro”, aquellos que Jesús pone en primer
lugar. Son los marginados con los que nadie se quiere juntar, los señalados
como pecadores e inmorales, los
presuntamente alejados de la buna voluntad de Dios. Esos son los privilegiados
en el Reino de Dios. En segundo lugar, lo que también queda claro es que los
discípulos –y en ellos pensamos en todos aquellos y aquellas que quieren seguir
a Jesús- deben ser servidores de los demás. Es decir, deben estar al servicio
de los demás. En este sentido, debemos recordar que los cristianos debemos
estar al servicio de los demás. Nuestras prácticas, nuestras actividades,
nuestros gestos, nuestras ideas, deben estar al servicio de los demás.
Jesús ha sido ejemplo vivo de no venir a
ser servido, sino de venir a servir. A ese Jesús que dejó su lugar de
privilegio para hacerse ser humano es a quien seguimos. Ese Jesús que se juntó
con los “no santos” es a quien estamos llamados y llamadas a seguir.
Quiera Dios renovar en nosotros su
Espíritu Santo, para asumir el desafío de imitarlo en nuestros contextos, en
nuestras realidades, siendo discípulos y discípulas que sirvamos (en todos los
sentidos) a la sociedad de la que formamos parte. Que el Señor nos bendiga,
Amén.
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