martes, 20 de octubre de 2015

Predicación

21° Domingo de Pentecostés – 18 de Octubre de 2015
P. Maximiliano A. Heusser

Leer: Job 38:1-7, (34-41) - Hebreos 5:1-10 - Marcos 10:35-45

El texto del Evangelio de hoy nos habla de la realidad humana, de nuestra forma de ser, de nuestros valores, de lo que para nosotros es importante.
Es sabido que la ubicación al lado de una persona importante no es una cuestión menor. Si viniera a nuestro Culto el Intendente, decidir quién se va a sentar a su lado, seguramente no sería una cuestión menor. Es muy probable que algún responsable de protocolo nos sugiriera que la Presidenta de la Junta Directiva se sentara a su lado (porque junto al Pastor parecen las personas más importantes de la comunidad).
Pero estas cuestiones no se dan solamente en relación a lo político. Si pensamos en una fiesta de casamiento o de 15 años, también va a haber una mesa de “privilegiados” que se sientan con los agasajados. Son, como dice el Evangelio en otro lugar, los primeros lugares…
En el relato se hace evidente que los discípulos no entienden del todo a Jesús. De hecho, Jesús acaba de anunciar su muerte con lujo de detalles (10:32-34) y estos dos hermanos piden posiciones de privilegio en su gloria. Piden estar en los lugares reservados para los honrados y para los que secundan en autoridad y poder al que está sentado en el trono.
Por otro lado, también debemos señalar que el pedido es tramposo, piden que Jesús diga que sí, sin hacerle primero el pedido. Es como cuando los chicos dicen: “te voy a pedir algo, ¿Me vas a decir que sí?”. De alguna manera, buscaban condicionar una respuesta positiva de parte de Jesús. La intención es desarticulada por la respuesta de Jesús. En un comentario a este texto de Pablo Rojas Banuchi, éste sostiene la necesidad de repensar nuestras oraciones a Dios, y cómo muchas veces, oramos condicionando a Dios para que sólo nos responda afirmativamente. Muchas veces nuestra oración se parece mucho al pedido de estos dos hermanos.
También hay que decir que este planteo nos muestra que Jacobo y Juan son tremendamente egoístas, sólo piensan en ellos dos, ni siquiera en alguno de los otros discípulos. La preocupación es por ellos. Los dos hermanos quieren obtener beneficios de parte de Jesús. Esta lógica es aquella que postula que quien es cercano a alguien poderoso se beneficiará por ello. Estará en una situación de ventaja ante las demás personas. Esta lógica que relaciona el poder y el privilegio, es la misma que llega hasta los poderosos y sus amigos en nuestros tiempos. Esta lógica utilizada por Jacobo y Juan es la misma que en la actualidad acomoda licitaciones, que no hace concursos para cubrir cargos, que no es clara con el destino de los fondos económicos, en la que amigos y familiares son designados es puestos de responsabilidad. La lógica que relaciona el poder y el privilegio.
Jesús les dice que ellos no saben lo que están pidiendo. El pastor y conferencista centroamericano Harold Segura, sostiene que “quien habla con Dios (oración) debe, primero, conocer lo que ese Dios busca y desea (discernimiento). Quien ora centrado en su propia voluntad, convierte la oración en un burdo medio para promocionar sus propios intereses. Estos, como Santiago y Juan, ‘no saben lo que están pidiendo’”. Otra vez se nos anima a repensar y analizar la manera en la que oramos, sobre todo, lo que pedimos a Dios en oración.
Jesús les dice que ellos pueden hacer varias cosas como él, pueden beber de su copa y pueden recibir el mismo bautismo. Sin embargo, los lugares a su derecha y a su izquierda ya han sido pensados para otros. Sobre beber su copa y recibir su bautismo, los biblistas coinciden en que es una alusión de Jesús a las consecuencias de su ministerio, especialmente en lo que respecta a su pasión y muerte. Es decir, que mientras Jacobo y Juan quieren sentarse en los mejores lugares accediendo a todos los privilegios por estar al lado de Jesús, él les contesta que lo que pueden tener y vivir a su lado tiene que ver con el anuncio que les acababa de hacer (10:32-34).
Otra vez se pone de manifiesto la distancia enorme que existe entre los discípulos y Jesús. Hay una dificultad evidente de entender la propuesta del Reino que trae Jesús. Es interesante notar que si esta dificultad la tenían aquellos que caminaban con Jesús, que lo escuchaban a diario, que convivían con él, mucho más la tendremos nosotros y nosotras, que reflexionamos y buscamos entenderlo 2000 años después.
Los diez discípulos restantes se enojaron con Jacobo y Juan. Marcos, el evangelista, no nos aclara la razón del enojo de los diez. Quedándonos en el campo de la imaginación podemos plantear –por lo menos- dos posibilidades: la primer posibilidad es que los diez hayan entendido lo desubicada y alejada de la voluntad de Dios de la propuesta de Jacobo y Juan. Esta posibilidad deja “bien parados” a los diez y nos anima a pensar que la mayoría de los discípulos entendían a Jesús. Ahora bien, la segunda posibilidad es que los diez se hayan enojado porque ellos también querían estar al lado de Jesús en su gloria, y Jacobo y Juan se les adelantaron (los “primerearon”, diría un cordobés). Esta posibilidad no deja muy bien parados a “los doce”. Jacobo y Juan son casi representantes del sentir general de los discípulos.
Jesús les dijo que los que gobiernan las naciones se enseñorean de ellas y ejercen su poder sobre los demás. Jesús hace, de esta manera, una crítica a aquellos gobernantes que ejercen su poder sobre los demás y los oprimen. En 1 Samuel 8:11-18, cuando el pueblo de Israel pide tener un rey como tienen los demás pueblos, encontramos la crítica más aguda y profunda a esta manera de ejercer el poder y la autoridad. En esa línea profética se ubica Jesús. La propuesta del Reino de Dios no tiene nada que ver con esa manera de ejercer el poder y oprimir a los demás. El Reino propuesto por Jesús es un Reino liberador.
Esto se confirma cuando Jesús les dice: “No será así entre ustedes”. El que quiera hacerse grande, será servidor de todos. Jesús deja bien en claro que la intención de Jacobo y Juan es totalmente incorrecta. En primer lugar, la relación entre el poder y los privilegios no tiene lugar en el Reino de Dios. Esa lógica y manera de ver y entender el mundo, no tiene nada que ver con el Reino de Dios. En el Reino de Dios los únicos que pueden llegar a ser privilegiados son aquellos que no tienen ningún poder. Son los “último orejones del tarro”, aquellos que Jesús pone en primer lugar. Son los marginados con los que nadie se quiere juntar, los señalados como pecadores e inmorales,  los presuntamente alejados de la buna voluntad de Dios. Esos son los privilegiados en el Reino de Dios. En segundo lugar, lo que también queda claro es que los discípulos –y en ellos pensamos en todos aquellos y aquellas que quieren seguir a Jesús- deben ser servidores de los demás. Es decir, deben estar al servicio de los demás. En este sentido, debemos recordar que los cristianos debemos estar al servicio de los demás. Nuestras prácticas, nuestras actividades, nuestros gestos, nuestras ideas, deben estar al servicio de los demás.
Jesús ha sido ejemplo vivo de no venir a ser servido, sino de venir a servir. A ese Jesús que dejó su lugar de privilegio para hacerse ser humano es a quien seguimos. Ese Jesús que se juntó con los “no santos” es a quien estamos llamados y llamadas a seguir.

Quiera Dios renovar en nosotros su Espíritu Santo, para asumir el desafío de imitarlo en nuestros contextos, en nuestras realidades, siendo discípulos y discípulas que sirvamos (en todos los sentidos) a la sociedad de la que formamos parte. Que el Señor nos bendiga, Amén. 

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