martes, 28 de abril de 2015

Predicación


4° Domingo de Pascua – 26 de Abril de 2015

Leer: Hechos 4:5-12 - 1 Juan 3:16-24 - Juan 10:11-18
Los textos bíblicos de este domingo nos proponen reflexionar en la figura del “buen pastor”. Seguramente recordamos alguna imagen o algún cuadro, o incluso un vitreaux con esta imagen: Jesús cargando sobre sus hombros un pequeño corderito.
Esta figura es utilizada en el AT para referirse a las responsabilidades que tenían los principales y los gobernantes para con el pueblo. El profeta Ezequiel es uno de los que más trabajan esta imagen, diferenciando a los buenos pastores de los malos pastores. Unos cuidan el rebaño y los otros lo dispersan, unos apacientan sus ovejas y los otros se apacientan a sí mismos (Ezequiel 34).
En un mundo rural y campesino, como era Israel en ese tiempo, trabajar con la imagen del ganado más habitual, era una forma de explicar y retratar el mensaje que se pretendía transmitir. Era casi, una estrategia pedagógica.
Jesús trabaja con esta imagen y se aplica a sí mismo el título “buen pastor”. Dice: “yo soy el buen pastor” (Jn. 10:11). En su discurso Jesús deja en claro varios puntos al respecto:
* El da su vida por sus ovejas: Aquí Jesús compara a los verdaderos pastores (dueños del rebaño) con los asalariados (contratados). Jesús afirma que éstos no dan su vida por sus ovejas y que ante el peligro, salen corriendo y abandonan el rebaño.
Hay quienes ponen su mirada en el tema económico, afirmando que como los asalariados hacen su trabajo por dinero, lo hacen mal o descomprometidamente. Esta es una manera de ver el asunto. Sin embargo, vale decir también, que los dueños del rebaño también obtienen un lucro por el ganado. No tienen un rebaño por amor por amor a las ovejas.
Lo que Jesús pone de manifiesto es que hay pastores que dan todo de si por sus ovejas, porque le importan, y hay otros que sólo dan lo justo y necesario (o menos), porque no le importan. Jesús da todo de sí, incluso hasta su propia vida (Jn. 10:11,15). Aquí se hace referencia a la muerte de Jesús en la cruz por nuestra salvación.
* Conoce sus ovejas y ellas lo conocen: Jesús establece que entre las ovejas y el buen pastor hay un conocimiento mutuo. Él las conoce y ellas lo conocen a Él. Hay un conocimiento profundo e íntimo entre el buen pastor y sus ovejas. Afirma un comentarista: “Conocer a Jesús significa experimentar su amor e identificarse con su persona y actividad. Esta relación de conocimiento-amor es tan profunda que Jesús la compara a la que existe entre él y el Padre”.
* Tengo otras ovejas: Estas palabras de Jesús fueron entendidas de diversas maneras. Hay quienes han entendido que Jesús se refería a la gente pecadora del momento (publicanos, prostitutas, gentiles, etc.). Hay quienes han entendido que se refería a los judíos dispersos en el mundo, a quienes iba a juntar en el nuevo Israel. Finalmente, hay quienes ven en estas palabras una idea universalista del mensaje y señorío de Jesucristo, que va mucho más allá de los muros de Israel, se refieren a una nueva humanidad que se extiende a todos, sin distinción de raza, origen, género, color, etc.
* Finalmente Jesús se refiere al amor que recibe del Padre, afirmando que es la consecuencia de poner voluntariamente a disposición su propia vida -en beneficio de la humanidad- para volverla a tomar. Nadie le quita la vida a Jesús, Él la ofrece para la salvación de toda la humanidad.

En principio, si nos pensamos a nosotros mismos en relación a este pasaje, observaremos al Señor como el buen pastor y nos limitaremos a ser ovejas. Pondremos nuestra mirada en los cuidados y atenciones que tiene para con nosotros y en cómo dio su vida por nosotros/as. Esta mirada nos hace valorar la obra de Jesucristo y su amor para con toda la humanidad.
En un segundo momento, podemos pensar las figuras pastorales a la luz de este pasaje. Podemos pensar si se preocupan y ocupan de sus ovejas o si al primer peligro o dificultad abandonan al rebaño. Esta mirada nos hará pensar en unos pocos, justamente en aquellos que ejercen roles pastorales en la comunidad.
El pasaje de 1 Juan nos ayuda a ajustar el foco en nuestra lectura del pasaje del Evangelio. Comienza diciendo que conocemos el amor de Dios porque Él puso su vida por nosotros. Hasta aquí no nos suma mucho al Evangelio. Pero afirma también, que como Él dio su vida por nosotros, también nosotros/as debemos poner nuestra vida por los demás (1 Jn. 3:16).
El autor de esta carta nos invita a abandonar el lugar de simples ovejas, por cierto cómodo, para asumir que debemos imitar las actitudes del buen pastor. No se trata de acciones o actitudes que sólo hizo o tuvo Jesús, ni tampoco se trata de acciones o actitudes que se limitan a aquellas que deben tener los pastores y pastoras, sino que nos involucra a todos quienes creemos en Él.
En esta carta también aparece el tema económico, como en el Evangelio. Pero al igual que en el Evangelio, el asunto es si nos preocupamos y ocupamos por el resto, por los demás.
El autor sostiene que si tenemos bienes materiales (bienes de este mundo) y al ver a nuestro hermano tener necesidad no se nos mueve un pelo (cerramos contra él nuestro corazón), ¿Cómo es que está el amor de Dios en nosotros/as? La respuesta a esta pregunta es obvia: ¡No está! Si cerramos nuestros corazones a los hermanos/as que tienen necesidad no está el amor de Dios en nosotros.
Por eso el autor dice “no amemos de palabra ni de lengua, sino de hecho y en verdad” (1 Jn. 3:18). Porque cuando uno ama de palabra pero no de hecho, en realidad no ama.
Usando una expresión típicamente paulina, podríamos decir que quien cree amar y tener el amor de Jesucristo en él, pero sólo ama de palabra y no de hecho, permanece en el viejo hombre, en la vieja humanidad. Es una persona que verdaderamente no se ha convertido.
Estos aportes de la carta de Juan nos ayudan a reflexionar volviendo a los puntos mencionados respecto del Evangelio, pero desde esta mirada que nos involucra tanto individualmente (como creyentes) como comunitariamente (como comunidad de fe).
* El buen pastor da su vida por sus ovejas: Tenemos que poder reflexionar sobre lo que damos por los otros; sobre qué hacemos al servicio de los demás; tenemos que reflexionar sobre las causas en las que nos involucramos.
Conozco personas que teniendo una pequeña dificultad que afrontar (como un dolor), no llegan a ver más allá del problema y toda su vida pasa por ese pequeño dolor que les molesta. La causa en la que están involucrados, no sólo tiene que ver con ellos mismos/as, sino que es un tema totalmente insignificante. Malgastan la vida que debe vivirse al servicio de los/las demás.
* El buen pastor conoce las ovejas: Tenemos que poder reflexionar si verdaderamente nos importa conocer al hermano/a. Tenemos que detenernos a pensar, si en esto de ser comunidad, estamos dispuestos a invertir tiempo y esfuerzo en conocer a los demás y en dejar que nos conozcan. Algo de esto vivimos y trabajamos en el campamento el fin de semana pasado. Hay que invertir tiempo en conocer al otro, a la otra, y hay que abrirse y contar algo de uno, para crecer juntos como familia en la fe.
* Tengo otras ovejas: Tenemos que reflexionar sobre las ovejas que no están en el redil, pero que le pertenecen. No sólo tenemos que reflexionar en aquellas personas que todavía no conocen a Dios o no se animan a venir a la Iglesia. Tenemos que poder reflexionar sobre aquellas personas que nos chocaría ver dentro de la comunidad de fe. Tenemos que reflexionar sobre aquellas personas que no querríamos ver dentro de la Iglesia… Si se acerca una prostituta ¿Qué pensaríamos? Si se acerca un muchacho vestido de negro, lleno de tatuajes, aros y piercings ¿Qué pensaríamos? Si se acerca alguien en situación de calle ¿Qué pensaríamos? Si se acerca un tal José pero vestido y maquillado de Josefina ¿Qué pensaríamos? Si se acerca una pareja de chicas lesbianas ¿Qué pensaríamos?
Una primera respuesta puede ser que no son ovejas del buen pastor. Una segunda respuesta puede admitir que son ovejas de Dios, pero no de éste redil, serán de otro, pero no de éste. Y una tercera respuesta puede ser “todas las ovejas tienen lugar en este redil”.
¿Cuál de todas estas respuestas será la que elijamos? ¿Cuál de estas respuestas daría Jesús? ¿En cuál de estas respuestas se puede ver que imitamos las acciones y actitudes del buen pastor? ¿En qué respuesta se ve y se siente que el amor de Dios mora en nosotros? ¿En qué respuesta se ve que amamos no de palabra, sino de hecho y en verdad?
* Finalmente Jesús se refirió al amor que sentía de parte de Dios, un amor que era la consecuencia de dar su propia vida en beneficio de los demás. Vale decir, que “los demás” eran pecadores y -citando a Pablo- destituidos de la gloria de Dios. Quizás, nosotros y nosotras también podremos sentir el amor de Dios si damos nuestra vida por aquellos que parecería que no merecen nuestro esfuerzo.
Jesús es el buen pastor y a nosotros nos ha dado un ejemplo claro e imitable de cómo ser sus seguidores. Quiera nuestro buen Dios, guiarnos y animarnos para que podamos ser buenos pastores los unos de los otros/as.

P. Maximiliano A. Heusser
Córdoba, Argentina.

martes, 7 de abril de 2015

Predicación

Domingo de Resurrección - 05 de Abril de 2015
P. Maximiliano A. Heusser
Leer: Juan 20:1-18.
El Señor Jesús ha resucitado. ¡Verdaderamente ha resucitado!
Una de las características que identifican a las Iglesias cristianas es esta afirmación que acabamos de realizar. Nuestra fe es que Jesús resucitó.
1. Ahora bien, quiero comenzar señalando algunos aspectos de este pasaje del Evangelio de Juan. Específicamente quiero detenerme en la actitud de María Magdalena.
El grupo de discípulos está encerrado, con miedo. Quienes habían procurado encontrar la forma de matar a Jesús lo habían llevado a cabo. A esto se sumaba que uno de ellos lo había entregado, otro lo había negado, y la mayoría había salido corriendo como “rata por tirante”.
Ese es el grupo que está encerrado, donde está María Magdalena, y seguramente, otras mujeres. De hecho, cuando ella vuelve de ver la piedra corrida del sepulcro dice: “se han llevado del sepulcro al Señor y no ‘sabemos’ donde lo han puesto” (Juan 20:2).
Juan evidencia que María Magdalena y quienes la acompañaban, vencen su temor, vencen sus contradicciones, superan sus propias incoherencias, para hacer aquello que correspondía hacer. No es casualidad, entonces, que María Magdalena, teniendo esta actitud se convierta, por voluntad del resucitado, en la primera persona en verlo y en el primer apóstol en dar testimonio de la resurrección. 
En este texto del Evangelio no sólo se ve que había diversidad en los seguidores de Jesús, sino que también era diverso el grupo de apóstoles que anunciaban su resurrección. Cuánto tenemos que aprender de esta gente…

2. Ahora bien, quiero detener la atención sobre el hecho mismo de la resurrección.
Afirmamos desde la teología que la resurrección no es un hecho histórico. No se asusten. Esto no significa que la resurrección sea un hecho ficticio, ni mucho menos. Significa que el valor de la resurrección más mucho más allá del nivel físico. La resurrección trasciende el plano histórico.
Contamos con referencias históricas de la vida de Jesús. Por ejemplo, el historiador judío que quería ganarse la simpatía del Imperio Romano, Flavio Josefo, escribe acerca de Jesús en su libro “Antigüedades judías”. Lo menciona, sin ser cristiano, dos veces en sus escritos. Esta es la fuente no cristiana que revela la existencia de Jesús en medio del pueblo judío.
Por otro lado, los relatos de los Evangelios nos hablan de la vida de Jesús. Lo que hizo, lo que dijo, con quiénes tuvo enfrentamientos, a quiénes eligió, quiénes le siguieron, quienes decidieron matarlo, etc. Ningún texto bíblico nos relata cómo fue la resurrección, cómo sucedió.
Lo más parecido, que no es estrictamente resurrección sino revivificación, es el caso de Lázaro (Juan 11), donde este vuelve a la vida. Allí sí, el evangelista nos relata cómo sucedió. Nos muestra a Jesús en frente del sepulcro, pidiéndole a la gente que quitaran la piedra de la puerta, orando a Dios y gritándole a Lázaro: “¡Lázaro, ven fuera!”, y este salió con vida del sepulcro.
La resurrección de Lázaro fue un paso hacia atrás, una vuelta a su misma vida habitual. No hubo ninguna transformación ni nada de la vivificación del hermano de Marta y María que lo hiciera trascender. Lo único que trascendió de esta última señal de Jesús era su identidad como Hijo de Dios.
La resurrección de Jesús no fue un paso hacia atrás, un paso hacia lo mismo. No fue como la vivificación de Lázaro. Fue un paso hacia adelante, hacia algo distinto, hacia algo superador. Hacia algo que iba a afectar a toda la humanidad, incluso a nosotros hoy en este lugar.
Sin embargo, ninguno de los evangelios nos relata cómo sucedió la resurrección. Nos relatan las experiencias de creyentes que sintieron, vieron y oyeron al resucitado. Por esto, la resurrección de Jesús, núcleo de nuestra fe cristiana, tiene que ser mucho más que un fenómeno físico. La resurrección debe trascender el plano físico e histórico.
Por esto, cuando afirmamos la resurrección no nos adherimos a un mito caprichoso. Expresamos nuestra adhesión a una verdad de fe, con un sentido extremadamente profundo. Y sobre ese sentido debemos poder reflexionar.

3. ¿Cuáles fueron las consecuencias de la resurrección?
La primera consecuencia de la resurrección fue el empoderamiento de los discípulos y discípulas como verdaderos apóstoles del resucitado. Ellos recibieron el poder del Espíritu Santo, para hacer la tarea que les fue encomendada.
La segunda consecuencia se da cuando este grupo va tomando coraje y proclama abiertamente quién fue Jesús y su resurrección. Al hacerlo, encienden de enojo y furia a aquellos que planearon y lograron darle muerte a Jesús. Y nos tenemos que preguntar ¿Por qué? ¿Por qué se enojaban al escuchar predicar a Pedro? ¿Por qué se enojaban al escuchar predicar a Esteban?
Se enojaban y se encendían de furia porque habían matado a Jesús, pero su obra, su mensaje, y el Reino iniciado por Él, no se había podido detener. Se enojaban porque la resurrección de Jesús había animado a “salir del clóset” a tantos y tantas que recordaban las palabras de Jesús y las enseñaban a diestra y a siniestra.
Matando a Jesús, estos grupos de poder, creyeron poder silenciar al mismísimo Dios. No sólo no pudieron hacerlo, sino que a través de la resurrección, su vida y ministerio, el proyecto del Reino de Dios, se transformó en algo trascendente que tenía que ser anunciado para cambiar la vida de las personas, la vida de los pueblos, la historia de toda la humanidad.

Si la cruz nos hace pensar que Dios “le da vuelta la cara a Jesús”, en la resurrección se hace evidente que Dios pone su cara por Él. No lo había abandonado, estaba esperando para manifestarse con poder.
Los principales de los judíos tampoco ponían su mirada en los planos físicos o históricos de la resurrección de Jesús. Ardían de veneno porque Su causa permanecía viva, porque Sus palabras perduraban en las mentes y en los corazones del pueblo. Porque Sus gestos se eternizaban en la memoria colectiva de quienes habían caminado con Él.
Ardían de veneno porque ni la muerte, ni la vida, ni ninguna otra cosa creada, podía llegar a detenerlo. Casi podrían cantar con el Obispo Pagura:
“Porque una aurora vio su gran victoria, sobre la muerte, el miedo, las mentiras; ya nada puede detener su historia, ni de su Reino eterno la venida”.

4. Para ir terminando, es necesario afirmar que la resurrección nos muestra que el mal no tiene la última palabra; que la muerte no necesariamente es el fin de nuestra historia, sino el comienzo de un tiempo distinto.
La resurrección nos muestra que nada se puede hacer dejándonos dominar por nuestros miedos y temores; que nadie puede proclamar la buena noticia, si no supera sus prejuicios, sus incoherencias y sus propias contradicciones, como hizo María Magdalena y las otras mujeres.
La resurrección nos muestra que no hay un tiempo distinto y mejor para todos, si no estamos dispuestos a jugarnos –como decía una canción- por "un reino de amor, justicia y paz".
Hermanos y Hermanas, que la luz de la resurrección, que resplandece como el sol al amanecer, disipe nuestras tinieblas, nuestras dudas, nuestros recelos, para que podamos ser anunciantes de vida nueva. Que el Señor nos bendiga, Amén.
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