miércoles, 28 de octubre de 2015

Predicación

22° Domingo de Pentecostés – 25 de Octubre de 2015
P. Maximiliano A. Heusser

Leer: Marcos 10:46-52.
El texto del Evangelio para hoy, otra vez nos ubica en el camino. Camino que lleva a Jesús a Jerusalén a enfrentar su pasión, muerte y resurrección, como ya lo ha anunciado varias veces. Jesús y sus discípulos salen de Jericó y son seguidos por una multitud. Esta multitud puede estar compuesta por muchas de las personas que –habiendo escuchado en sus respectivos lugares a Jesús- van en dirección a Jerusalén para la fiesta de la Pascua. Muchos de ellos seguramente vienen del norte por la ruta del Jordán, incluso desde la misma Galilea. Se da a entender que esta multitud está siguiendo a Jesús y a sus discípulos.
En ese camino en las afueras de Jericó había un ciego que mendigaba que se llamaba Bartimeo. Marcos nos aclara que el nombre significaba “hijo de Timeo” (bar-Timeo). Algunos biblistas remarcan que este ciego ni siquiera tenía un nombre propio. Era “el hijo de”. Por otro lado, se señala que mendigaba. Esto nos ayuda a entender la situación en la que se encontraban las personas con alguna discapacidad. Muchos de ellos no eran apoyados por sus propias familias, y por su dificultad para trabajar, terminaban pidiendo la ayuda de la gente que pasaba por el camino. No sólo tenían que vivir con su dificultad, sino que tenían que vivir con el rechazo de su familia y de una sociedad que los marginaba.
Bartimeo escucha que Jesús está pasando por el camino muy cerca de él. Seguramente ha escuchado a varias personas hablar de Jesús y de lo que puede hacer. Por eso decide salir del anonimato y el silencio y empieza a gritar a viva voz: “Jesús, hijo de David, ten misericordia de mí”. Bartimeo reconoce en Jesús al Mesías, al enviado de Dios, que será –según la tradición- rey justo y misericordioso. Bartimeo no está dispuesto a que el paso de Jesús tan cerca suyo no le sea beneficioso, es decir, no le sea de bendición. Por eso grita sin miedo, con fuerza, para que Jesús lo escuche y lo atienda. En ese grito está la angustia de haber tenido la vista y ahora no tenerla, la angustia de haber sido dejado de lado por los suyos, de haber perdido la posibilidad de trabajar, de tener una vida digna, de ser parte de la sociedad. Todo eso estaba contenido en el grito “Jesús, hijo de Dios, ten misericordia de mí”.
Es muy interesante que hubiera muchas personas dispuestas a silenciar a Bartimeo. Si alguien estaba en una situación desfavorable y necesitada en medio de toda esa multitud era Bartimeo. Pero porque levanta su voz y reclama ser atendido por Jesús, es silenciado y reprendido por muchos. Los reclamos de los que sufren, de los marginados, de los más débiles, de los más desfavorecidos, muchas veces no se quieren escuchar. Y esto puede ser porque molestan a los que están “tranquilos”, porque incomodan a los “cómodos”, porque exhortan a los de “corazones duros” y denuncian la apatía y pasividad de tantos y tantas.
Jesús escucha a Bartimeo, se detiene en el camino y pide que lo llamen. Y las personas que le dicen esto a Bartimeo lo animan diciéndole que tenga confianza, que se levante, porque Jesús lo quiere ver. El Hijo de David ha escuchado el clamor del pobre Bartimeo. Aquí debemos destacar el contraste entre aquellos que silencian a Bartimeo, de estos otros, que transmiten confianza y ánimo. Nos queda la duda de cuáles de estas dos actitudes será la de los discípulos. ¿Quiénes son los que callan a Bartimeo? ¿Quiénes son los que alientan y dan confianza a Bartimeo?
Bartimeo, al escuchar que Jesús lo llamaba, tiró su túnica y de un salto se puso de pie yendo hasta donde estaba Jesús. Es de destacar la actitud de Bartimeo. Tira la túnica, algunos autores sostienen que lo hace para estar más libre para hablar con Jesús, otros autores sostienen que lo hace para no tener nada que lo distraiga, otros creen que usaba la túnica para guardar las limosnas recibidas, y deja eso de lado por encontrarse con Jesús. Bartimeo de un salto se pone de pie. Estaba contento y plenamente dispuesto a ese encuentro con Jesús, que anhelaba, le cambiara la vida para siempre.
Jesús le preguntó: “¿Qué quieres que te haga?”, y Bartimeo respondió: “Maestro [raboni] que recobre la vista”. Bartimeo reconoce en Jesús a un Maestro, utilizando la palabra que los discípulos le daban a quien les enseñaba y los guiaba. Por otro lado, Bartimeo tiene que expresar en voz alta lo que lo aqueja, lo que necesita, lo que espera que Jesús haga en él. Desde la psicología se anima a las personas a poner en palabras los pensamientos, los sentimientos, las alegrías y las penas, porque es una manera de empezar a procesarlas, a trabajarlas y finalmente, a superarlas.
La mayoría de los biblistas coinciden señalando que Jesús no hace ningún rito para la sanación. No hace barro ni le unta los ojos, no lo manda a bañarse en un estanque, ni toca sus ojos con sus manos, no ora a gran voz mirando el cielo, simplemente le dice: “vete, tu fe te ha salvado”. De alguna manera, Marcos no pone el acento en el milagro en sí mismo, sino en la fe de Bartimeo que posibilita recibir este don de parte de Jesús.
Al instante, nos dice el relato, Bartimeo recobró la vista y seguía a Jesús por el camino. El relato empezó en el camino y termina en el camino. La diferencia es que ahora Bartimeo es parte de la multitud que sigue a Jesús camino a Jerusalén.
Los diferentes domingos anteriores hemos notado la dificultad de los discípulos de entender a Jesús. Son discípulos que lo siguen pero no lo entienden, lo siguen pero tienen la cabeza en otras cosas. Bartimeo recobró la vista y se podría haber quedado en Jericó y recuperar así su vida. Sin embargo, Bartimeo, encuentra en Jesús algo más. Sus gritos de “Jesús, hijo de David, ten misericordia de mí”, no fueron sólo palabras. Ese encuentro con el Maestro que lo sana/salva, lo transforma también en discípulo, dispuesto a empezar de nuevo con Jesús. Jesús y Bartimeo están en el camino a Jerusalén.
Este relato es casi una parábola en el sentido de que no permite ubicarnos en los diferentes roles de los personajes presentes. En cada caso, tendremos observaciones que hacer y cuestiones que reflexionar.
1. En primer caso, podemos identificarnos con el ciego. Con alguien que está padeciendo una determinada situación y quiere restablecerse. Es alguien que está en las tinieblas en más de un sentido. No puede ver, pero tampoco puede ver una vida con sentido, siendo dejado de lado, no pudiendo insertarse plenamente en la sociedad, estando alejado de su familia y puesto al margen del camino por la sociedad en la que vive. Si nos identificamos con Bartimeo en su padecimiento, también debemos identificarnos en su esfuerzo por salir de esa situación, gritando para que Jesús lo escuche, aún enfrentándose a quienes quieren callarlo y lo reprenden.
2. En segundo lugar podemos identificarnos con los que reprenden y mandan a callar a Bartimeo. Seguramente nos parece un grupo de gente intolerante entre la que, obviamente, no nos encontramos. Pero, hagamos el esfuerzo, quizás tengamos actitudes similares. Este grupo parece sentir que no es el momento de interrumpir a Jesús en el camino (como si Bartimeo tuviera otra oportunidad). Este grupo no se detiene en Bartimeo ni en su necesidad. Quizás, sentían que estaban atrasados para llegar a Jerusalén para la fiesta de la Pascua y querían que Jesús apurara su paso. Son videntes que no ven. No ven a Bartimeo, no ven su sufrimiento, no ven lo que padece y cómo necesita éste de Dios. Quizás hasta creen que su ceguera es producto de su pecado y no quieren saber nada con él ni que esté cerca de ellos. No tienen ni tiempo ni ganas de escuchar el clamor de un necesitado.
3. En tercer lugar podemos detenernos en aquellas personas que llaman a Bartimeo y le dicen que tenga ánimo y confianza porque Jesús lo llama. Estas personas, por lo menos, ven a Bartimeo y lo ven con empatía,  aprobando que Jesús se detenga en su camino para atenderlo. Estas personas le dan confianza a Bartimeo, lo animan a levantarse de su lugar de mendigo al costado del camino. Estas personas son las que no sólo ven la realidad de Bartimeo (su ceguera y su pobreza), sino también –de alguna manera- lo que Jesús puede hacer en su vida. Tienen una mirada esperanzadora sobre la realidad, aunque ésta sea difícil y parezca imposible de cambiar.
El camino es en el relato del Evangelio el lugar de la inclusión, de la apertura, del encuentro con el otro y la otra, en la búsqueda de la vida abundante y digna para todos. El camino es el lugar donde Jesús hace carne el Reino de Dios.
- Desde el camino se advierte que hay personas que están en “la banquina”, que por diversos motivos no pueden acceder. Ellos claman, piden, añoran, buscan…
- En el camino también hay algunos y algunas que prefieren ser pocos a estar “mal acompañados”, como dice el refrán. Ellos señalan, juzgan, etiquetan, ven sin ver…
- En el camino hay también –y gracias a Dios- quienes buscan ser imitadores e imitadoras de Jesús, que escuchan, que atienden, que tienden la mano, que levantan caídos, que buscan soluciones, que celebran la vida…

Quiera Dios que cada uno de nosotros y nosotras podamos reflexionar sobre nuestra propia vida de fe y sobre qué grupo nos representa, según nuestras actitudes y elecciones, nuestros gestos y nuestras palabras. Quiera también Dios, ayudarnos a reflexionar como comunidad de fe, para que podamos discernir en qué lugar del camino estamos y con quiénes hemos elegido caminar. Que el Señor nos bendiga, Amén. 

martes, 20 de octubre de 2015

Predicación

21° Domingo de Pentecostés – 18 de Octubre de 2015
P. Maximiliano A. Heusser

Leer: Job 38:1-7, (34-41) - Hebreos 5:1-10 - Marcos 10:35-45

El texto del Evangelio de hoy nos habla de la realidad humana, de nuestra forma de ser, de nuestros valores, de lo que para nosotros es importante.
Es sabido que la ubicación al lado de una persona importante no es una cuestión menor. Si viniera a nuestro Culto el Intendente, decidir quién se va a sentar a su lado, seguramente no sería una cuestión menor. Es muy probable que algún responsable de protocolo nos sugiriera que la Presidenta de la Junta Directiva se sentara a su lado (porque junto al Pastor parecen las personas más importantes de la comunidad).
Pero estas cuestiones no se dan solamente en relación a lo político. Si pensamos en una fiesta de casamiento o de 15 años, también va a haber una mesa de “privilegiados” que se sientan con los agasajados. Son, como dice el Evangelio en otro lugar, los primeros lugares…
En el relato se hace evidente que los discípulos no entienden del todo a Jesús. De hecho, Jesús acaba de anunciar su muerte con lujo de detalles (10:32-34) y estos dos hermanos piden posiciones de privilegio en su gloria. Piden estar en los lugares reservados para los honrados y para los que secundan en autoridad y poder al que está sentado en el trono.
Por otro lado, también debemos señalar que el pedido es tramposo, piden que Jesús diga que sí, sin hacerle primero el pedido. Es como cuando los chicos dicen: “te voy a pedir algo, ¿Me vas a decir que sí?”. De alguna manera, buscaban condicionar una respuesta positiva de parte de Jesús. La intención es desarticulada por la respuesta de Jesús. En un comentario a este texto de Pablo Rojas Banuchi, éste sostiene la necesidad de repensar nuestras oraciones a Dios, y cómo muchas veces, oramos condicionando a Dios para que sólo nos responda afirmativamente. Muchas veces nuestra oración se parece mucho al pedido de estos dos hermanos.
También hay que decir que este planteo nos muestra que Jacobo y Juan son tremendamente egoístas, sólo piensan en ellos dos, ni siquiera en alguno de los otros discípulos. La preocupación es por ellos. Los dos hermanos quieren obtener beneficios de parte de Jesús. Esta lógica es aquella que postula que quien es cercano a alguien poderoso se beneficiará por ello. Estará en una situación de ventaja ante las demás personas. Esta lógica que relaciona el poder y el privilegio, es la misma que llega hasta los poderosos y sus amigos en nuestros tiempos. Esta lógica utilizada por Jacobo y Juan es la misma que en la actualidad acomoda licitaciones, que no hace concursos para cubrir cargos, que no es clara con el destino de los fondos económicos, en la que amigos y familiares son designados es puestos de responsabilidad. La lógica que relaciona el poder y el privilegio.
Jesús les dice que ellos no saben lo que están pidiendo. El pastor y conferencista centroamericano Harold Segura, sostiene que “quien habla con Dios (oración) debe, primero, conocer lo que ese Dios busca y desea (discernimiento). Quien ora centrado en su propia voluntad, convierte la oración en un burdo medio para promocionar sus propios intereses. Estos, como Santiago y Juan, ‘no saben lo que están pidiendo’”. Otra vez se nos anima a repensar y analizar la manera en la que oramos, sobre todo, lo que pedimos a Dios en oración.
Jesús les dice que ellos pueden hacer varias cosas como él, pueden beber de su copa y pueden recibir el mismo bautismo. Sin embargo, los lugares a su derecha y a su izquierda ya han sido pensados para otros. Sobre beber su copa y recibir su bautismo, los biblistas coinciden en que es una alusión de Jesús a las consecuencias de su ministerio, especialmente en lo que respecta a su pasión y muerte. Es decir, que mientras Jacobo y Juan quieren sentarse en los mejores lugares accediendo a todos los privilegios por estar al lado de Jesús, él les contesta que lo que pueden tener y vivir a su lado tiene que ver con el anuncio que les acababa de hacer (10:32-34).
Otra vez se pone de manifiesto la distancia enorme que existe entre los discípulos y Jesús. Hay una dificultad evidente de entender la propuesta del Reino que trae Jesús. Es interesante notar que si esta dificultad la tenían aquellos que caminaban con Jesús, que lo escuchaban a diario, que convivían con él, mucho más la tendremos nosotros y nosotras, que reflexionamos y buscamos entenderlo 2000 años después.
Los diez discípulos restantes se enojaron con Jacobo y Juan. Marcos, el evangelista, no nos aclara la razón del enojo de los diez. Quedándonos en el campo de la imaginación podemos plantear –por lo menos- dos posibilidades: la primer posibilidad es que los diez hayan entendido lo desubicada y alejada de la voluntad de Dios de la propuesta de Jacobo y Juan. Esta posibilidad deja “bien parados” a los diez y nos anima a pensar que la mayoría de los discípulos entendían a Jesús. Ahora bien, la segunda posibilidad es que los diez se hayan enojado porque ellos también querían estar al lado de Jesús en su gloria, y Jacobo y Juan se les adelantaron (los “primerearon”, diría un cordobés). Esta posibilidad no deja muy bien parados a “los doce”. Jacobo y Juan son casi representantes del sentir general de los discípulos.
Jesús les dijo que los que gobiernan las naciones se enseñorean de ellas y ejercen su poder sobre los demás. Jesús hace, de esta manera, una crítica a aquellos gobernantes que ejercen su poder sobre los demás y los oprimen. En 1 Samuel 8:11-18, cuando el pueblo de Israel pide tener un rey como tienen los demás pueblos, encontramos la crítica más aguda y profunda a esta manera de ejercer el poder y la autoridad. En esa línea profética se ubica Jesús. La propuesta del Reino de Dios no tiene nada que ver con esa manera de ejercer el poder y oprimir a los demás. El Reino propuesto por Jesús es un Reino liberador.
Esto se confirma cuando Jesús les dice: “No será así entre ustedes”. El que quiera hacerse grande, será servidor de todos. Jesús deja bien en claro que la intención de Jacobo y Juan es totalmente incorrecta. En primer lugar, la relación entre el poder y los privilegios no tiene lugar en el Reino de Dios. Esa lógica y manera de ver y entender el mundo, no tiene nada que ver con el Reino de Dios. En el Reino de Dios los únicos que pueden llegar a ser privilegiados son aquellos que no tienen ningún poder. Son los “último orejones del tarro”, aquellos que Jesús pone en primer lugar. Son los marginados con los que nadie se quiere juntar, los señalados como pecadores e inmorales,  los presuntamente alejados de la buna voluntad de Dios. Esos son los privilegiados en el Reino de Dios. En segundo lugar, lo que también queda claro es que los discípulos –y en ellos pensamos en todos aquellos y aquellas que quieren seguir a Jesús- deben ser servidores de los demás. Es decir, deben estar al servicio de los demás. En este sentido, debemos recordar que los cristianos debemos estar al servicio de los demás. Nuestras prácticas, nuestras actividades, nuestros gestos, nuestras ideas, deben estar al servicio de los demás.
Jesús ha sido ejemplo vivo de no venir a ser servido, sino de venir a servir. A ese Jesús que dejó su lugar de privilegio para hacerse ser humano es a quien seguimos. Ese Jesús que se juntó con los “no santos” es a quien estamos llamados y llamadas a seguir.

Quiera Dios renovar en nosotros su Espíritu Santo, para asumir el desafío de imitarlo en nuestros contextos, en nuestras realidades, siendo discípulos y discípulas que sirvamos (en todos los sentidos) a la sociedad de la que formamos parte. Que el Señor nos bendiga, Amén. 

miércoles, 9 de septiembre de 2015

Predicación

15° Domingo de Pentecostés – 06 de Septiembre de 2015
P. Maximiliano A. Heusser

Leer: Salmo 125, Isaías 35:4-7ª, Santiago 2:1-10, (11-13), 14-17, Marcos 7:24-37.
La primera parte del pasaje del Evangelio de Marcos (Marcos 7:24-29) nos presenta a Jesús en el extranjero. Jesús está en suelo absolutamente gentil (no judío). No es el lugar en el que un judío se sentía cómodo, sobre todo, pensando que los judíos se consideraban muy superiores a cualquier otro pueblo, porque ellos tenían al Dios verdadero, y los otros pueblos, a dioses paganos.
Jesús entra en una casa. Asumimos que es gente que ha escuchado, quizás por viajantes, algo acerca de Jesús y de todo lo que hace. Rápidamente se difunde su presencia en ese lugar. Una mujer del lugar (sirofenicia), al escuchar de él, lo va a buscar y se mete en la casa. Allí, postrándose a sus pies, le pide que eche fuera el demonio que está dentro de su hija.
Jesús utiliza una imagen fuerte, y bastante dura, para afirmar que primero deben recibir “el pan” los judíos (los hijos) y después los extranjeros (los perros). En esta imagen se hace evidente el pensamiento de superioridad que tenían los judíos con respecto a los demás pueblos.
La mujer le dice con mucha astucia que aún los perros comen debajo de la mesa las migas que caen al suelo. De alguna manera, haciéndole entender que ella (y su hija) pueden recibir aunque sea algo de Él.
Jesús parece estar de acuerdo con el planteo y le dice que por esta respuesta (esta palabra) el demonio ha dejado a su hija. La mujer vuelve a su casa y comprueba que su hija ya está bien.
Resulta muy interesante -pensando en esta primera parte del pasaje- que Jesús está en el extranjero y no sólo pasa circunstancialmente por allí, sino que también se queda en casa de alguien (extranjero?). Seguramente las costumbres son distintas, las normas son otras, las leyes son diferentes. Jesús acepta convivir con personas diferentes a cualquier judío.
Aquí podemos llegar a ver una actitud “abierta” de Jesús hacia los extranjeros. Un Jesús que se coloca en la misma línea que muchos profetas que plantearon la idea universal de pueblo de Dios, no limitándose al Israel elegido de Dios, sino siendo mucho más abarcativos.
Cuando Jesús comienza a dialogar con la mujer sirofenicia, parece echar por tierra lo que acabamos de plantear. Compara a los judíos con los hijos y a los extranjeros con los perros. Una de las expresiones más duras de Jesús en los Evangelios, y la más dura no dicha a escribas y fariseos. La mujer, con mucha determinación, insiste. Jesús valora su respuesta y opera el milagro a la distancia.
La teóloga argentina Marisa Strizzi, agrupa las diversas interpretaciones sobre este pasaje que se han dado a lo largo de los años:
1. Algunos autores sostienen la posibilidad de que Jesús se estuviera haciendo el gracioso con esta mujer, alivianando así, la gravedad de la respuesta de Jesús, que dicho sea de paso, fue bastante antipática. Con esta “humorada”, Jesús prueba la fe de la mujer, y ésta saliendo airosa recibe el favor de Dios para con su pequeña hija.
2. Otros autores afirman como posibilidad, que Jesús hiciera uso de sus ventajas sociales, culturales y religiosas, sobre esta mujer. El varón judío, maestro y sabio, desestima a una mujer sola, quizás viuda, extranjera y pagana. En esta posibilidad se valora enormemente la respuesta de la mujer que ubica a Jesús en su lugar y logra que éste la respete y le conceda la liberación a su hija.
3. Finalmente, otros autores postulan la posibilidad de que la mujer sirofenicia fuera rica. De esta manera, justifican la respuesta de Jesús considerando que siempre prefirió estar rodeado de pobres y marginales y no de gente acomodada y de buena posición. En esta posibilidad, también es bien valorada la respuesta de la mujer, que abandona su lugar de privilegio y se inclina ante el único que cree que le puede sanar a su pequeña hija, aunque sea carpintero, judío y “pagano” (adoraba a otro Dios, Yahvé).
Con cualquier interpretación que nos quedemos, debemos advertir que lo que posibilita la acción liberadora de Jesús, es la insistencia, fe y tozudez de la mujer sirofenicia. Una mujer que se inclina ante Jesús, reconociendo que sólo él puede ayudar a su hija. En segundo lugar, lo que debemos advertir es que la misericordia y la acción salvadora del Dios encarnado, Jesús, sale de los límites de Israel y llega hasta los completamente distintos, los otros.

Pasando a la segunda parte del pasaje del Evangelio (Marcos 7:31-37), podemos ubicar a Jesús en la zona romana. Es también territorio gentil. Allí le traen a un sordomudo para que lo sane. Debemos señalar que este hombre es traído por otros. Pueden ser familiares, amigos, vecinos. Se trata de personas que querían que Jesús obrara un milagro en él. Este grupo de gente le ruega a Jesús que ponga sus manos sobre él. La imposición de manos era una señal de bendición. Jesús se lleva a este hombre aparte, le mete los dedos en los oídos, escupe y toca su lengua. Luego mirando al cielo gime y le dice al hombre: “abrite”. Al momento nos dice Marcos, se le abrieron los oídos y se le desató la lengua y hablaba bien.
Jesús les pide a todos que no cuenten esto y la gente no podía contenerse y lo contaban a todo el mundo. Por esto decían: “hace todo bien, hace a los sordos oír y a los mudos hablar”.
Resulta muy interesante detenernos en las personas que le traen a Jesús este hombre sordo y tartamudo. Se ve un interés legítimo en cambiar su situación de vida. Se busca ayudarlo a vivir más plenamente, realmente esperan que Jesús cambie su situación. Este grupo busca que este hombre acceda a todas las condiciones necesarias para vivir una vida digna y abundante. Esta debiera ser nuestra actitud cuando oramos por otros y otras. Deberíamos involucrarnos, movernos, organizarnos, para cambiar la realidad de alguien, pidiéndole a Dios que en su misericordia, obre en su vida. Este grupo intercede desde la misma acción que llevan adelante, buscando que el hombre sea sanado por Jesús.
También resulta interesante poner nuestra atención en este hombre. Se trata de un hombre sordo y tartamudo. No escucha y no puede hablar bien.
El Pastor Guido Bello reflexiona sobre este pasaje sugiriendo entender esta sanación como metafórica. ¿Quiénes son o somos los sordos? ¿Quiénes son o somos los que no podemos hablar?
Me animo a pensar que los sordos hoy, por ejemplo, son los terratenientes que en el norte argentino y en tantos otros lugares, se han quedado con tierras que no les pertenecían, no reconociendo que ya había personas en esos campos. Sordos que no escuchan ni quieren escuchar el clamor del pueblo de la tierra.
Me animo a pensar que sordos también son aquellos que engañan mujeres en distintos lugares del país, llevándolas engañadas a otras provincias y obligándolas a prostituirse perdiendo el contacto con sus familias, viviendo explotadas. Sordos que no quieren escuchar…
Sordos también son aquellos que no escuchan el clamor de millares de africanos que huyen de sus países pidiendo asilo y poder vivir en paz.
Sordos también son aquellos que en nuestra ciudad no escuchan el reclamo de los jóvenes que viven en los barrios marginales, que son sistemáticamente detenidos por la policía de nuestra provincia por “portación de rostro”, escudándose en el controvertido Código de Faltas. Sordos que no quieren escuchar…
Sordos son todos los políticos y los funcionarios que en los distintos niveles del Estado no hacen nada pudiendo hacer mucho por estos reclamos. Sorda es la Iglesia cuando permanece al margen de los reclamos de su pueblo. Sorda y ciega la sociedad cuando prefiere no escuchar y mirar para otro lado…
Pero Jesús sanó la sordera de este hombre, sus oídos le fueron abiertos, y pudo comenzar a escuchar. Por esto hay Evangelio, buena noticia! Porque Jesús hace todo bien, hace a los sordos oír y a los mudos hablar (Mc 7:37). Dios puede hacer que todas estas sorderas y tantas otras sorderas se puedan revertir. Pero hay que interceder, como los amigos que llevaron a este personaje ante Jesús.
Pero este personaje que es sanado por Jesús, también pudo hablar, también pudo expresarse. Y por esto es bueno que pensemos quiénes necesitan hablar hoy, quiénes necesitan ser escuchados hoy:
Creo que nuestros pueblos originarios nos siguen hablando y nos enseñan a sostener una lucha pacífica, justa, con paciencia y esperanza.
Las mujeres víctimas de Trata de Personas comienzan a tener voz y nos muestran lo terrible que puede ser el ser humano.
Esta semana el clamor de los miles de muertos en el Mar Mediterráneo se pudo escuchar con claridad.
La voz de los jóvenes cordobeses se escucha desde diferentes lugares, aunque siempre desde los márgenes, reclamando justicia, libertad e igualdad.

Jesús se mueve en un territorio que no le es propio. Quizás se siente como “sapo de otro pozo”. No está rodeado de gente como él, todo lo contrario, está rodeado de diferentes, de distintos. Pero en ese lugar ajeno, trae vida abundante, hace el milagro, posibilita la vida digna para esa pequeña niña.
¿Cuál será el mundo extranjero al que tenemos que animarnos a salir? ¿Quiénes serán los diferentes a nosotros/as que siguen necesitando del Señor? ¿Cuáles son “los perros” que necesitan comer las migas que caen de la mesa?
Jesús abre los oídos del sordo y este puede escuchar. Debemos seguir intercediendo, para que los sordos comiencen a escuchar, para que aquellos que pretenden no escuchar a los demás, puedan atenderlos. Y también debemos interceder ante Dios, para que podamos ayudar a levantar la voz de aquellos sin voz, que tienen algo para decir, algo para reclamar. Para que no haya más mudos ni personas que no se puedan expresar.

Quiera Dios que su Palabra cale honde en nosotros, en su Iglesia, en nuestra sociedad y en todo el mundo, para que los sordos oigan y los mudos hablen. Que así sea, Amén. 

martes, 14 de julio de 2015

Predicación

7° Domingo de Pentecostés – 12 de Julio de 2015
P. Maximiliano A. Heusser

Leer: 2 Samuel 6:1-5, 12b-19 - Amós 7:7-15 - Marcos 6:14-29
Hermanos y hermanas, que la gracia de Dios sea con cada uno de nosotros y nosotras.
Al leer los pajes bíblicos que nos corresponden hoy, me dije a mí mismo: “¡Qué bueno que no conozco a ningún rey!”. Porque todos los textos articulan la voz y la voluntad de Dios, con la voz y la voluntad de un rey o gobernante.
Me quiero detener especialmente en el pasaje del Evangelio de Marcos. Este es el relato de un episodio absolutamente macabro. Es una escena digna de una película. Antes de entrar en lo relatado, vale decir que Marcos menciona lo sucedido con Juan, en ocasión de mencionar en los primeros versículos (6:14-16) que la fama de Jesús se había extendido, llegando incluso al mismo Herodes. El tetrarca de Galilea cree que Jesús puede hacer lo que hace y tener los “poderes” que tiene, porque es Juan el Bautista que ha resucitado. Las demás personas también están confundidas respecto de la identidad de Jesús. Algunos creen que es Elías que ha vuelto, otros creen que es un nuevo profeta, y otros creen que un gran profeta, como los de antes (6:15). Esta confusión nos hace acordar a las palabras de Jesús a sus discípulos en Mateo 16:13: “¿Quién dice la gente que soy?”. Y los discípulos le responden haciendo afirmaciones similares a las acabamos de relatar.
En este contexto de confusión, Herodes cree que Jesús es Juan el Bautista (o bautizador) que habiendo sido decapitado por su orden, ha resucitado de entre los muertos.
Vale decir también, que Juan bautizó a Jesús en el rio Jordán, y luego de que Jesús es tentado en el desierto, Juan es arrestado, justo antes del comienzo del ministerio de Jesús.
Desde el versículo 17 en adelante, Marcos narra lo sucedido entre Juan el Batista y Herodes. El tetrarca de Galilea había tomado por esposa a su cuñada, Herodías, mujer de su hermano Felipe. Juan el Bautista, con su predicación del arrepentimiento y de la necesidad de volverse a Dios, había llegado hasta Herodes señalándole su pecado: “No te está permitido tener la mujer de tu hermano”, (6:18). Por esto, Herodes lo había arrestado y encerrado en la cárcel. Herodías, la nueva mujer de Herodes, tenía toda la intención de deshacerse definitivamente de Juan quitándole la vida. Esta mujer, acostumbrada a la vida de los palacios y a convivir con quienes toman decisiones que afectan la vida de los demás, pretendía hacer lo mismo. Herodías quería sacarse la piedra del zapato eliminando a Juan.
Herodes, si bien lo había arrestado, le guardaba temor porque sabía que Juan era justo y santo (6:20). Incluso, lo escuchaba de buena gana y se quedaba perplejo al escucharlo. Es decir, a Herodes no le convenía escuchar a Juan, no le convenía su mensaje, pero sin embargo, sus palabras llegaban a Herodes y por lo menos lo dejaban pensando. Pero prestemos atención, no debemos creer que Herodes era bueno. Había arrestado a Juan y lo tenía sujeto con cadenas en una celda (6:17).
Llegado el día de su cumpleaños, Herodes decide –como era y sigue siendo la costumbre- hacer una gran fiesta invitando a las personalidades de Galilea. En ese festejo, entró la hija de Herodías y danzó para Herodes y sus notables invitados. La danza agradó a Herodes y al resto de los presentes, tanto que el rey promete –exageradamente- darle a la chica lo que sea que ella pida. La chica sale y consulta con su madre Herodías qué pedir, a lo que ésta le solicita que pida la cabeza de Juan el Bautista. Así lo hizo la muchacha y esto entristeció a Herodes, pero, por estar delante de los notables y no queriendo quedar mal lo mandó a decapitar.
Mostrarse poderoso, fuerte, y un hombre de decisión, vale más que el temor que le tenía a Juan y el quedarse pensando con sus palabras. El ejercicio del poder por el poder mismo vale más para Herodes que la vida de cualquiera de los integrantes de su pueblo.
Juan el Bautista es un personaje emblemático en los evangelios. Su predicación del arrepentimiento y la conversión, en una sincera búsqueda de la voluntad de Dios, no distingue entre la gente común del pueblo, ni entre los religiosos y conocedores de las Escrituras, ni entre los poderosos de su tiempo, como Herodes Antipas. Su predicación es para todos.
No debemos, entonces, limitar la predicación de Juan y las consecuencias de su mensaje, a un argumento de tipo moral respecto del matrimonio de Herodes y Herodías. Juan el Bautista no enfrenta la cárcel y posteriormente la muerte por una predicación de tipo moral. Pensar esto sería limitar y encerrar la predicación de Juan en un solo aspecto. Debemos reconocer que la predicación de Juan era mucho más amplia. Como afirma el Pastor presbiteriano Ricardo Rojas:
“Juan se ha metido en serios líos porque no ha podido permanecer en silencio ante la injusticia y el deterioro político. Está en líos porque posee un entendimiento del Reino de Dios que contrasta con el de muchas personas. Para Juan, el Reino de Dios y el reino de este mundo están en una seria confrontación. Está resuelto a dejarse usar por Dios, aun cuando ser boca de Dios en este momento y contexto particular, es sinónimo de muerte”.
La cárcel y la muerte de Juan el Bautista, entonces, son la consecuencia de la totalidad de su predicación. Son la consecuencia de discernir la voluntad de Dios para su tiempo y su realidad, y ponerla en palabras.
También vale la pena detener nuestra mirada sobre Herodes Antipas. Este es el hijo de Herodes el grande, quien había sentenciado a muerte a todos los niños menores de dos años de Belén y sus alrededores, cuando se enteró del nacimiento de Jesús (Mateo 2:16ss). El tetrarca de Galilea, también había visto cómo su propio padre mataba a algunos de sus hermanos con intenciones de llegar al trono. Sabe lo difícil que puede ser mantener el poder. Sabe que el respeto por la vida, la verdad y la justicia no son valores que haya que tener en cuenta para conservar el poder real. Sabe lo que quiere y sabe los daños colaterales que tendrá que causar a otros.
Es necesario que nosotros podamos identificar quiénes son hoy los descendientes espirituales de Herodes (como afirma el Pastor Atilio Hunzicker – IERP).
- Sabemos que en nuestra provincia de Córdoba, el desmonte no sólo es algo que no se detiene, sino que está alterando nuestro clima y la posibilidad del suelo de contener el agua de lluvia, con las consecuencias del caso. Hay descendientes de Herodes en Córdoba que tienen responsabilidad sobre esto: gobernantes y empresarios.
- Sabemos que la siembra de soja avanza en los campos de nuestra provincia y país, arruinando la tierra y trayendo contaminación por los agroquímicos que se utilizan en las fumigaciones. Hay descendientes de Herodes a los que no les importa en absoluto la vida de sus vecinos, con tal de obtener mayor rédito económico.
- Sabemos que el flagelo de la droga está cada vez más presente en medio nuestro, de la misma manera que sabemos la complicidad de quienes deben combatirla. Hay descendientes de Herodes en medio nuestro.
- Sabemos -y tenemos experiencia en esto- que las promesas de los políticos y las declaraciones grandilocuentes, la mayoría de las veces no se concretan en acciones, y se quedan en palabras. No buscan servir al pueblo sino servirse del pueblo. Hay descendientes de Herodes en medio nuestro que harían o dirían cualquier cosa para estar en el poder.
Podríamos seguir haciendo afirmaciones de este tipo…
Es necesario que hagamos este ejercicio. Nuestra fe no puede pasar solamente por venir al culto el domingo y por leer el Aposento Alto en la semana. ¡No señor! Debemos hacer este ejercicio pidiéndole a Dios que nos ilumine, para que podamos discernir su voluntad para nuestro tiempo y realidad.
De la misma manera, luego de hacer este ejercicio, debemos identificar las voces que suavemente se escuchan denunciando estas cuestiones. Gracias a Dios ya hay personas que están levantando su queja y su denuncia. Hay algunos valientes periodistas independientes que se animan. Hay algunas ONGs que trabajan sin miedo y con fuerza. Debemos unirnos a ellos y a ellas, asumiendo el costo de vivir una fe comprometida. Una fe que -entendiendo la voluntad de Dios- no se queda callada. Una fe que levanta la mirada de la Biblia leyendo también la realidad en la que vive.
Nos toca a nosotros los cristianos y cristianas asumir el rol de Juan. Nos toca a nosotros y nosotras predicar el Reino de Dios. Un Reino donde haya más justicia, más igualdad de oportunidades, donde se respete la vida del planeta y la vida del otro/a, donde convivamos fraternalmente en paz y libertad.

Quiera Dios, darnos más de su Espíritu Santo, para que tengamos el discernimiento necesario para poder leer la realidad en la que vivimos. Que su Espíritu también nos ayude a velar y buscar ese mundo distinto que predicó Juan el Bautista y que hizo carne Jesucristo, nuestro Señor y Salvador. Amén. 

martes, 7 de julio de 2015

Predicación

6° Domingo de Pentecostés – 05 de Julio de 2015

Leer: Marcos 6:1-13
El texto del Evangelio se encuentra a continuación del pasaje sobre el que reflexionamos el domingo pasado en la Iglesia de Alta Córdoba. Allí Jesús estando de camino a la casa del dignatario de la sinagoga para sanar a su hija, es tocado por una mujer con flujo de sangre, y ésta fue sanada al instante. Dos mujeres, una pequeña y una adulta recuperan plenamente sus vidas.
1. En la primera parte del pasaje (Mc 6:1-6), Jesús vuelve a su tierra acompañado de sus discípulos -asumimos que se trata de Nazaret- y el sábado fue a la sinagoga y comenzó a enseñar allí. Como sucedió en otras oportunidades, al enseñar, quienes lo escuchan se admiran. También se preguntan de dónde ha sacado esa sabiduría con la que habla, y cómo es que hace los milagros que hace. Hasta aquí (versículos 1 y 2) nada parece ser distinto de lo que le ha pasado en otras oportunidades. En Mc 1:22 la gente ya se admiraba de cómo enseñaba… Pero las preguntas que esta gente se hace en el versículo tres y el comentario de Marcos (el evangelista), nos hacen ver que la situación es totalmente distinta. Las personas presentes en la sinagoga se preguntan si Jesús no es el carpintero (a quien conocían seguramente), recuerdan que conocen a su madre, María, a sus hermanos (hasta por nombre) y a sus hermanas. Es como que hacen un repaso mental en el que se dan cuenta que saben muchas cosas de Jesús. Y la suma de la admiración por la sabiduría de Jesús y los milagros que realizaba por un lado, más lo que conocían de Él por el otro, da como resultado que las personas se escandalicen. Algunas traducciones utilizan expresiones más suaves afirmando que Jesús los dejo contrariados o confundidos. En griego se utiliza la palabra “escandalizaron”. Al escándalo Jesús responde con una expresión popular: “No hay profeta sin honra, excepto en su propia tierra, entre sus parientes, y en su familia”. Jesús se da cuenta que este escándalo que ha provocado su presencia, sus palabras y la difusión de sus milagros, no traen nada bueno entre los suyos ni entre su pueblo. Tal es la situación que son muy pocos los milagros que puede realizar allí (vs. 6:5). En el final de esta primera parte, el que está asombrado ahora es Jesús, éste se asombra de la incredulidad de ellos, es decir, de su falta de fe.
Lo primero en lo que quiero que reflexionemos es en lo que produce el “escándalo de Nazaret”. Lo que esta situación tiene de diferente con todas las otras veces que Jesús enseñó e hizo milagros e iba a enseñar y hacer milagros más adelante, es que en este pueblo, su pueblo, lo conocen. Resulta muy interesante que ellos comienzan admirándose, es decir, podría haber habido un final feliz para la estadía en Nazaret. Sin embargo, luego de la admiración, caen en cuenta de que lo conocen. Aparece entonces todo un bagaje de recuerdos y conocimientos acerca de Jesús, de experiencias que estas personas han tenido con el Jesús de antes del bautismo (Mc 1:9ss). Y este complejo bagaje de conocimiento termina funcionando como prejuicio. Lo que saben de Jesús termina imposibilitando no sólo la fe (que crean en él), sino también que se manifieste el poder de Dios. Sólo pudo hacer algunas pocas sanaciones (Mc 6:5).
2. Esto me hacía pensar en cómo puede, muchas veces, condicionar nuestro acercamiento a Dios y nuestra búsqueda de su voluntad, lo que sabemos de Él. Es decir, cómo nuestro conocimiento bíblico, teológico, y nuestra misma vida de fe, pueden llegar a ser un impedimento para la manifestación de Dios en medio nuestro y para el entendimiento de su voluntad.
En este sentido, una posible clave para no tener este problema, será ser lo suficientemente abiertos como para dejarnos sorprender por Dios. Dicho en otras palabras, debemos intentar que nuestro conocimiento acerca de Dios sea flexible y pueda tener una relación dialéctica (diálogo) con la realidad que vivimos y observamos. Los habitantes de Nazaret no pudieron poner en diálogo lo que sabían de Jesús con lo nuevo y distinto que observaban. Y uno podría decir: “hay que entenderlos, quizás nos hubiera pasado lo mismo”. Y es verdad. Pero no es una excusa. Nosotros podemos entenderlos, pero también tenemos que observar, que por su actitud no sólo no creyeron en Jesús, no lo aceptaron, sino que impidieron que se manifestara el poder de Dios. Esto es grave. Nuestro conocimiento acerca de Dios debe ser dinámico, no puede ser algo rígido y estancado. Debe estar en una relación dialéctica con la realidad que vivimos.
3. En mi caso particular, soy uno de los pastores más jóvenes de la Iglesia Metodista. Por esta razón, algunas de mis posiciones y planteos teológicos (incluso realizados desde el púlpito) han llegado a incomodar a algún hermano o a alguna hermana. Algunos pueden reprocharme que sea teológicamente moderno, que mis posiciones sean progresistas, o que, incluso, me salga de la doctrina. Y es muy probable que tengan razón…
Debo confesar que en más de una oportunidad he creído que habiendo alcanzado un determinado conocimiento teológico y posicionándome con seguridad respecto de temas controversiales de nuestro tiempo, había llegado a un lugar del que no me tenía que mover ni un centímetro. Este pasaje me hizo reflexionar en que no importa en absoluto todo el conocimiento bíblico, teológico y experiencial que podamos tener, si no lo ponemos en diálogo con el momento presente que nos toca vivir.
En otras palabras, no basta con ser moderno o con tener posiciones de vanguardia, porque también puedo fosilizar esos posicionamientos, impidiendo creer renovadamente en Jesús el Cristo, e impidiendo que se manifieste el poder de Dios.
4. En la segunda parte del texto del Evangelio (Mc 6:7-13) vemos el envío que Jesús hace de sus discípulos de dos en dos. Jesús les da las indicaciones de lo que deben hacer, cómo deben hacerlo y qué deben llevar para hacerlo.
Estas indicaciones de Jesús nos deben ayudar a reflexionar sobre cómo llevamos adelante la misión nosotros hoy. ¿Qué es lo que queremos hacer? ¿Cómo lo vamos a hacer? Y ¿Con qué lo vamos a hacer?
Durante el encuentro Interdistrital del fin de semana pasado, en uno de los momentos de reflexión conjunta, reflexionábamos sobre la misión que la Iglesia debe llevar adelante. Quiero llamar la atención sobre uno de los comentarios que se hicieron, sobre el que oportunamente también llamé la atención. Alguien sostuvo que sabemos bastante bien lo que queremos y debemos hacer como Iglesia (el “qué”). Pero muchas veces “hacemos agua” en la forma o metodología que elegimos para hacerlo (en el “cómo). Mi comentario en ese momento fue, que muchas veces nuestro “qué” es perfecto y correcto. Por ejemplo: anunciar el Evangelio y predicar a Cristo. Nadie pondría en dudas que esto está bien. Sin embargo, en algunas oportunidades, la forma que elegimos para anunciar el Evangelio y predicar a Cristo, son tan desafortunadas que atentan y desvirtúan el Evangelio y al mismo Cristo. En algunas oportunidades nos consolamos diciendo que hay que predicar a tiempo y fuera de tiempo (2 Timoteo 4:2), como si las palabras de la Epístola nos habilitaran a hacer cualquier cosa y de cualquier manera…
Para llevar adelante la misión también debemos agiornarnos. También se debe dar una relación dialéctica entre lo que queremos decir (el “qué”), con la manera elegida para hacerlo (el “cómo”), que tenga en cuenta el mundo y la realidad a la que quiero llegar con el mensaje del Evangelio.
Para ir finalizando, es necesario tener en claro que todos mis conocimientos acerca de Dios deben estar en una relación dialéctica con el momento que me toca vivir. Me debo actualizar sistemáticamente.
Por otro lado, debo saber que esa actualización y relación dialéctica debe ser constante, no debo fosilizarme ni hacer rígidas las posturas a las que llegue. Esto no es nihilismo ni afirmar que todo es relativo. Todo lo contrario. Esto significa que a pesar de cualquier seguridad a la que llegue, si me permito ponerla en diálogo con la realidad, Dios me puede sorprender y su poder se puede manifestar en medio nuestro.
Finalmente, esa relación dialéctica tiene que llegar a la misión que intentamos llevar adelante. Hay que poder a dialogar lo que queremos hacer, con la manera en la que queremos hacerlo, teniendo en cuenta las personas y la realidad a la que queremos anunciarles el Evangelio.
Quiera Dios ayudarnos a reflexionar en el diálogo, para que nuestra fe sea cada vez más dinámica, y para que el poder de Dios se manifieste con poder en medio nuestro.
Que así sea, Amén.

Pbro. Maximiliano A. Heusser

Córdoba, Argentina.

martes, 9 de junio de 2015

Predicación

2° Domingo de Pentecostés – 07 de Junio de 2015
P. Maximiliano A. Heusser

Leer: Génesis 3:8-15 - 2 Corintios 4:13 – 5:1 - Marcos 3:20-35.
A medida que una sociedad o un pueblo se va conformando y organizando, van apareciendo ciertas normas que lo van regulando. En este caso no me refiero a normas legales (que también las hay), sino a aspectos culturales, simbólicos, sociales, económicos, familiares, incluso religiosos. Es decir, va surgiendo una manera particular de ser pueblo o sociedad. Debido a la postulación de estas normas se va creando la idea de que aquellos/as que las siguen y respetan son “normales” y aquellos/as que no las siguen son “anormales” (literalmente: quienes no se ajustan a la norma). Como el pueblo o la sociedad está medianamente organizada, crea –muchas veces- lugares distintos y separados para estos “anormales”. Así han surgido las cárceles, los leprosarios, los institutos de menores, los psiquiátricos, etc.
Como contexto de nuestro pasaje del Evangelio, debemos leer Marcos 3:7-12. Allí se menciona que Jesús sanaba a los enfermos, a los que tenían plagas, a los que tenían espíritus impuros y las multitudes venían a verlo desde todos lados. Jesús está en permanente contacto con los “anormales” de su tiempo.
El pastor luterano Guillermo Hansen, reflexionando sobre este pasaje sostiene que hay tres tipos de “locura” o anormalidad en este pasaje:
“La "locura" de quienes están poseídos y necesitan ser liberados, la "locura" de aquellos que, asumiéndose normales y custodios del orden, condenan como locura/satánico el poder de Dios que libera, y la locura de Jesús que cumple con la voluntad del Padre encarnando la santidad de Dios en medio de lo alejado de Dios”. (1)
Jesús vuelve “a casa”, se presume que se trata de la casa de Pedro en Capernaúm, y hay tanta gente que ni siquiera pueden comer. Es de destacar lo que sucede después. Los suyos, familiares, amigos y conocidos de Jesús antes de que comenzara su ministerio, lo quieren agarrar (detener - prender). La razón para esto es que creen que Jesús está “fuera de sí”. La familia y amigos de Jesús creen que se ha convertido en un “anormal”, alguien que no está bien.  Alguien que necesita ser controlado. ¿Por qué creen esto? Se han enterado -y posiblemente han visto- con qué personas se rodea Jesús. Han visto quiénes son los que buscan a Jesús: endemoniados, enfermos, pecadores, locos y anormales de la época… Quizás también estaban asustados por sus discusiones y enfrentamientos con los escribas y fariseos… Quizás no terminaban de entender de qué hablaba cuando predicaba la conversión y el Reino de Dios… Quizás tenían miedo de que las autoridades romanas, al ver que lo seguía tanta gente, lo quisieran arrestar… No lo sabemos. Lo que sí sabemos es que querían impedir que Jesús siguiera con su ministerio.
Aquí aparecen los escribas que se han acercado desde Jerusalén para atacar a Jesús. La razón para atacarlo es que consideran que está poseído por Satanás y que por esa razón puede echar fuera los demonios. Es decir, no dudan de que expulse demonios, pero creen que lo hace siendo dominado por el príncipe de los demonios. De alguna manera, los religiosos “normales” de la época han viajado desde Jerusalén para atacar al “anormal” Jesús. Este grupo de escribas busca detener a Jesús, detener su predicación, detener su accionar en medio de un pueblo tan necesitado.
Jesús no parece ofenderse, sino que los llama y les habla por parábolas. Jesús menciona que un reino dividido contra sí mismo no puede permanecer. Una casa dividida tampoco podrá hacerlo. Si Satanás se levanta contra sí mismo desaparecería… La segunda imagen es la de un hombre fuerte al que se le quiere entrar a robar, Jesús dice que primero hay que atarlo para después robarle. De esta manera echa por tierra el planteo de los escribas y afirma que tiene más poder que Satanás, quien de alguna manera, está “atado”.
El poder de Dios manifestado en Jesús no sólo vence a los demonios, sino que restablece la plenitud en aquellas personas que habían sido dejadas de lado. Jesús reinserta en la sociedad a aquellos y aquellas que la misma sociedad había hecho a un lado.
Luego, como reflexión a los escribas, habla del pecado que no tiene perdón. Se trata de blasfemar contra el Espíritu Santo. Marcos, el evangelista, se encarga de aclararnos que Jesús dijo esto por el planteo de los escribas diciendo que Él tenía un espíritu impuro o al mismo Satanás. El pecado imperdonable parece ser confundir la acción amorosa y misericordiosa de Dios en el mundo con algo malo, con algo que no viene de Dios. En otras palabras, el pecado imperdonable será no reconocer la voluntad de Dios para con la humanidad.
En la última parte del pasaje, vuelve a aparecer la familia de Jesús. Evidentemente no lograron prenderlo como querían hacerlo en 3:21. Incluso, ellos están afuera, no están entre quienes están escuchando a Jesús. Este no es un dato menor, por lo menos para Marcos, la madre y los hermanos de Jesús todavía no están entre los seguidores de Jesús. Jesús contesta al aviso que alguien le hace respecto de que están afuera y lo buscan, que todo aquél que hace la voluntad de Dios es su madre y sus hermanos. Seguramente fueron palabras difíciles de entender en su momento. Seguramente si nos ponemos en el rol de madre o familiares de Jesús, notaremos que estas palabras de Jesús fueron durísimas. Pero ¿Será que Jesús afirma que los lazos familiares son relativos e insignificantes? ¿Significarán estas palabras que la familia no importa? ¿Será que el seguimiento de Jesús implica cortar las relaciones familiares? Definitivamente no. Lo que Jesús sostiene es que son parte de su familia quienes buscan y hacen la voluntad de Dios. Hay una nueva forma de ser familia. Una familia lo suficientemente “anormal” como para buscar juntos y juntas la voluntad de Dios.
Guillermo Hansen hablaba de las tres “anormalidades” o “locuras” presentes en este relato del Evangelio. Creo que nuestra reflexión personal y comunitaria debe ayudarnos a identificar en qué locura estamos y en qué locura queremos estar. Uno siempre debe hacer el ejercicio de reconocer en dónde está, para recién ahí, saber a dónde quiere llegar.
1. La primera “anormalidad” o “locura” pasaba por quienes estaban sufriendo enfermedades y necesitaban ser sanados, o estaban endemoniados y necesitaban ser liberados. O tenían otro tipo de “anormalidad”, pero sin embargo, Jesús se acercó y estuvo con ellos. Este grupo tiene la bendición de que Dios quiere hacer su obra en ellos. Dios quiere que estas personas reciban su gracia, su amor, su misericordia y su perdón. Y esa acción de Dios para con ellos les posibilita acceder a la vida digna y plena que quiere para toda la humanidad. Algunos necesitaban un hecho milagroso de Dios, otros simplemente necesitaban una palabra de afecto, de perdón, y sentirse tenidos en cuenta por este Dios que busca a los “anormales”.
2. La segunda “anormalidad” o “locura” pasaba por aquellos que asumiéndose normales y custodios del orden (como los escribas), condenaban el poder liberador de Dios manifestado en Jesús, alegando que era un poder del mal. Esta locura particular está enceguecida sin poder entender el poder de Dios y cómo éste obra en el mundo. El problema con esta locura radica en que quienes la padecen, no creen estar padeciéndola. No sólo no ven el obrar de Dios en el mundo, sino que cuando lo ven, creen que es el mal el que está obrando. Estas personas prefieren que los anormales se queden en sus respectivos lugares de marginalidad y que no se junten con los demás normales. Tienen también un profundo respeto por el statu quo. Que las cosas sean como han sido siempre.
3. En tercera instancia tenemos la “locura” o “anormalidad” de Jesús. Éste cumple la voluntad de su Padre, encarnando la santidad de Dios en medio de lo aparentemente más alejado de Dios. La locura de Jesús es peligrosa porque va a contramano de todos. Jesús se junta con los que nadie quiere juntase. Jesús les habla a aquellas personas a las que hace tiempo nadie les quiere hablar. Jesús toca a personas que hace años no reciben una caricia o una palmada. Jesús presta especial atención a los márgenes de la sociedad. Márgenes que están llenos de gente. Márgenes que han sido construidos sin justicia, sin misericordia, sin amor, por centros poderosos y alejados de la voluntad de Dios.
¿En qué locura estoy? ¿En qué locura quiero estar? ¿En qué locura estamos? ¿En qué locura queremos estar? ¿Hacia dónde habrá que ir?
Me parece necesario terminar pensando en la familia que supera los lazos de sangre. La familia de Jesús es la que busca hacer su voluntad en el tiempo y en el espacio que le toca vivir. La familia de Jesús es la que reconoce el accionar de Dios en medio de su pueblo. La familia de Jesús, es aquella que sigue sus pasos, imita sus gestos, copia sus acciones, actualiza ese obrar en el día de hoy. La familia de Jesús está tan loca como él.
Quiera Dios llenarnos de la locura de su Hijo, para que podamos abandonar el centro en el que a veces nos ubicamos, para empezar a involucrarnos con los márgenes, donde caminó, enseñó, sanó y predicó el Dios hecho ser humano, Jesús. Que así sea. Amén.


(1) La reflexión completa de Guillermo Hansen se puede consultar en: https://www.workingpreacher.org/preaching.aspx?commentary_id=1375

martes, 2 de junio de 2015

Predicación

Domingo de Trinidad – 31 de Mayo de 2015
P. Maximiliano A. Heusser

Leer: Isaías 6:1-8 - Romanos 8:12-17 - Juan 3:1-17

El texto del Evangelio de Juan nos relata el encuentro entre Nicodemo y Jesús. Nicodemo era una persona importante de los judíos y pertenecía al grupo de los fariseos. Un grupo tradicionalmente opuesto a la persona, al mensaje y a las prácticas de Jesús.
Como hemos mencionado ya en alguna oportunidad respecto del Evangelio de Juan, los detalles no son casuales sino que están cargados de sentido. Por esto, que Nicodemo venga a Jesús de noche no es un detalle menor. En el prólogo del Evangelio, Juan define a Jesús como “la luz”. Uno viene desde las tinieblas en plena noche y el otro es la luz que ha venido al mundo.
Es difícil entender la intención real de Nicodemo en este encuentro. Al venir de noche podemos pensar que busca no llamar la atención y que los seguidores de Jesús no lo vean. También podría ser que no quisiera que lo vieran los demás fariseos evidenciando así que pensaba de Jesús algo distinto de sus colegas judíos.
Nicodemo llama “Rabí” a Jesús, un título popular que la gente le daba a un maestro de su tiempo. Todavía no sabemos si se lo dice sinceramente o es una forma de congraciarse con él.
Nicodemo también sostiene que hay un grupo de personas (¿fariseos, tal vez?) que creen que Jesús no podría hacer lo que hace si no viniera de Dios. Son palabras halagadoras las de este fariseo. Todavía no sabemos si son honestas.
Jesús frontalmente le dice que si no se nace de nuevo no se puede ver el Reino de Dios. Parece que Nicodemo no entiende mucho y se queda concentrado en la metáfora y no es el mensaje profundo que estaba detrás de ella.
Jesús aclara un poco más: hay que nacer del agua y del Espíritu para entrar al Reino de Dios. Aquí podemos ver cómo la comunidad de Juan recuerda el bautismo de agua para conversión, realizado por Juan el Bautista, y cómo han sumado el bautismo del Espíritu, como una práctica necesaria, para vivir una vida distinta. Esto era aquello que Nicodemo parece no entender… Los dos son maestros, Rabi, pero parece que saben de cosas distintas…
En la última parte del pasaje encontramos algunos de los conceptos más valiosos de todo el Evangelio de Juan, y también, de todo el Nuevo Testamento. Los versículos 16 y 17 nos hablan del amor de Dios y de su voluntad para con la humanidad.
“Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree no se pierda, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él”.

1. En primer lugar quiero llamar la atención sobre el fariseo Nicodemo. Nicodemo conocía la ley mosaica al detalle, conocía también las interpretaciones que había hecho su propia tradición al respecto, y a su vez, conocía y animaba a otros a practicar ciertos ritos de purificación en obediencia a la ley. Dicho en otras palabras, era un conocedor de la ley y un defensor acérrimo de las prácticas y costumbres judías.
Para terminar de conocer a Nicodemo, Juan lo menciona en dos oportunidades más. Allí podremos advertir cuál fue la intencionalidad que tuvo al acercarse a hablar con Jesús. Quizás podamos imaginar también, cuál fue el efecto que tuvo esa charla con Jesús sobre su propia vida. Juan lo menciona en el final del capítulo 7, intentando convencer a demás fariseos y principales sacerdotes de escuchar a Jesús antes de juzgarlo. También lo menciona en el final de Juan 19, preparando el cuerpo de Jesús crucificado junto a José de Arimatea.
Lo primero que debemos destacar es que Nicodemo tuvo la valentía necesaria para acercarse a Jesús a pesar de estar en la vereda de enfrente. Nicodemo, con sus dudas, su desconfianza, sus oscuridades, sus temores, se acerca al que sabe que piensa muy distinto de él. Se acerca, y aunque le cuesta, quiere entender.
Debemos aprender de esta actitud. Muchas veces los que conocemos la Palabra, los que somos defensores de buenas prácticas y costumbres cristianas, necesitamos tener la humildad de escuchar a alguien que dice algo distinto. Debemos ser menos soberbios y altaneros y no pretender (esto es más difícil aún) ir a decirle al otro lo que debe pensar.
De la misma manera, debemos aprender de Nicodemo, que por más que “estemos en otra”, por más que estemos alejados de Dios y su voluntad, por más que estemos en el reino de las dudas, de las desconfianzas, de la crítica, Él está dispuesto a escucharnos, a recibirnos, a hacernos pensar otras cosas en las que nunca habíamos pensando. El Señor siempre está dispuesto a que redescubramos lo que espera de nosotros y nosotras.
2. En segundo lugar, y saliendo de la cuestión de Nicodemo, quiero que pongamos la atención en las palabras de Jesús al final del pasaje de hoy. Como decía hace un momento, en los últimos dos versículos (Juan 3.16-17), Jesús nos habla del amor de Dios y de su voluntad para con la humanidad.
Dios nos ama tanto, pero tanto a los seres humanos y a la creación toda, que dio a su único Hijo para que todo aquél que crea en Él, no se pierda, no se confunda, no se equivoque feo, sino que conozca lo que Dios espera de él o de ella y pueda tener vida eterna.
Dios no nos ama un poco, Dios no nos ama a medio tiempo, Dios no nos ama con peros ni con condiciones, nos ama todo lo que nos puede amar. Y ese amor ENORME de Dios es para todos y cada uno de los seres humanos. No hay nadie que no merezca el amor de Dios. En este sentido, todos y cada uno de los seres humanos somos iguales en dignidad. Porque Dios nos ama a todos por igual. Y ese amor de Dios afecta notablemente nuestra vida cuando lo dejamos entrar, cuando aceptamos que ese amor tan grande es para nosotros, cuando accedemos a creer en Jesús…
En la misma línea dice Jesús que él no vino al mundo para condenarlo, sino para salvarlo. Es decir, que Jesús no vino a hacer el listado de los posibles pasajeros al tren del infierno, sino todo lo contrario.
Pensando en este segundo punto, no dejo de asombrarme en cómo los cristianos y principalmente los evangélicos –por lo menos algunos- nos empecinamos en querer hacer la lista de los posibles pasajeros al tren del infierno. Es como si nos aflorara la vocación de hacerlo. Casi que nos sentimos llamados por Dios a hacer ese listado…
Internet tiene la particularidad de que uno puede escribir algo y muchas personas lo pueden leer. Incluso, según el formato de ese lugar, las personas pueden hacer un comentario al respecto de lo que leen. En ese lugar tuve la oportunidad de leer la confesión de un muchacho respecto de un presunto pecado. No saben ni se imaginan la cantidad de comentarios durísimos que recibió este muchacho. Vale aclarar que el sitio era evangélico. Lo defenestraron, lo trataron de pecador, caído, débil en la fe, vergüenza de Dios, carnal, imposibilitado para ejercer cualquier ministerio, etc. Yo no sé si este muchacho volvió a la iglesia después de leer todos los comentarios que le hicieron. Es más, si no volvió lo puedo entender. Si volvió a la iglesia después de todo esto, puedo decir que Dios mismo obró un milagro en Él.
Dios no envío a su hijo a condenar al mundo sino a salvarlo. Los seguidores de Jesús, los creyentes, tenemos que seguir su ejemplo. Debemos bajarnos del banquito en el que nos subimos con el dedo acusador y el ceño fruncido, para sentarnos a conversar de igual a igual con aquellos que necesitan saber y entender que Dios les ama.
Cuando nos preguntamos por qué a los jóvenes les cuesta venir a la Iglesia, por qué muchos de ellos no se sienten representados en nuestra manera de vivir la fe, por qué algunos de ellos dicen –incluso- que somos hipócritas, tenemos que pensar en estas cosas. Por qué algunos están más comprometidos fuera de la iglesia que dentro de ella, tenemos que pensar en esto. Algunos participan en ONGs, centros de estudiantes, programas de voluntariado, agrupaciones políticas… tienen un compromiso marcado con el otro.
Creo con sinceridad que la sociedad ha dado algunos pasos significativos. Como sociedad estamos entendiendo que la discriminación es algo malo; estamos también entendiendo que la sociedad es más diversa de lo que pensábamos y que, por ende, no todos somos iguales. Estamos en el costoso camino a entender que la mujer es igual al hombre y no un ser inferior. Estamos tratando de entender que vivir plenamente es mucho más complejo de lo que nos venían enseñando. Como sociedad hemos dado pasos significativos…
De la misma manera y con sinceridad, creo que como iglesia no hemos acompañado totalmente esos pasos significativos. Si bien es cierto que algunos pasos hemos dado en algunas áreas, es cierto también que en otras nos hemos quedado atrás. Y no estoy diciendo que debemos ser “como el mundo”. Sino que debemos ser creativos y abiertos para poder seguir anunciando el Evangelio de Jesucristo. Porque si nos quedamos varados en ciertas maneras de pensar, el Evangelio dejará de ser una buena noticia, convirtiéndose en una noticia vieja. Y si hay algo que no tiene valor y nadie quiere recibir ni escuchar es una noticia vieja…
3. En tercer y último lugar, ese amor ENORME de Dios para con la humanidad debe movilizarnos y hacernos salir de nuestros moldes. Ese amor tan grande de Dios por nosotros nos tiene que hacer amar a los demás. Sin merecer ese amor lo hemos recibido por gracia de Dios, entonces indefectiblemente debemos compartirlo con otros y otras.
Quiero que pensemos en el agua. Siguiendo los planteos físico-químicos, se sabe que la misma masa de agua líquida al pasar a estado sólido (hielo) ocupa mayor volumen. Dado que al congelarse el agua se expande, ejerce una presión desde adentro hacia afuera en las paredes del envase, el cual, si es rígido y frágil, como lo es el vidrio, se rompe.
Pensando en la actitud de Nicodemo en su acercamiento a Jesús, pensando en el ENORME amor que Dios tiene para con toda la humanidad, seamos como seamos, y pensando en el ENORME amor de Dios que somos llamados a compartir, creo que la imagen del hielo en la cubitera nos puede ayudar. Somos el agua y por gracia de Dios hemos llegado a un determinado lugar, con una manera de pensar, de vivir la fe, de relacionarnos con los demás que nos contiene y donde nos sentimos muy cómodos/as. Pero, con el paso del tiempo y al tener cada vez menos contacto con otros lugares, con otras aguas, con otras maneras de vivir la fe, con otras maneras de pensar, nos vamos enfriando… Nos enfriamos tanto que nos convertimos en hielo. Y por la cuestión físico-química que mencionamos antes, al expandirnos en nuestro propio lugar, se nos termina haciendo imposible salir de eso que nos contiene.

Quiera Dios, hermanos y hermanas, que podamos sentir ese ENORME amor de Dios. Que podamos decir, como Pablo: "Abba padre". Quiera Dios también que no nos enfriemos. Que podamos animarnos a tener contacto con quienes piensan distinto, con quienes viven la fe y la espiritualidad de otra manera, con quienes conciben el mundo de forma diferente. Para que nuestro testimonio y acción en el mundo pueda seguir siendo buena noticia para todo aquél que la recibe. Que así sea, Amén. 

martes, 12 de mayo de 2015

Predicación

6° Domingo de Pascua – 10 de Mayo de 2015
P. Maximiliano A. Heusser

Leer: Hechos 10:44-48 - 1 Juan 5:1-6 - Juan 15:9-17
Un tema que parece atravesar los textos bíblicos de hoy es el amor. Aparece en el Evangelio, en la primera carta de Juan, y podríamos decir, que también tiene que ver con el texto del libro de los Hechos.
Les propongo que podamos detenernos brevemente en cada uno de estos textos bíblicos, comenzando por el del Evangelio, luego deteniéndonos en la carta de Juan y por último reflexionando sobre el pasaje del libro de los Hechos.
1. Juan 15:9-17
Este pasaje está dentro de la unidad titulada tradicionalmente “Jesús, la vid verdadera”, texto que compartimos el domingo pasado. Sin embargo, la temática es un tanto diferente. Mientras el domingo pasado podíamos poner nuestra atención en nuestra relación con el Padre y nuestra cercanía a Él, el pasaje de hoy nos anima a pensar en el amor del Padre a Jesús y de Jesús a sus discípulos/as.
Jesús afirma ese amor del Padre por él y de él por ellos e invita “permanezcan en mi amor” (Jn 15:9). Jesús también indica cómo se puede permanecer en ese amor: “guarden mis mandamientos” (15:10). Y él se pone de ejemplo, porque él guardó los mandamientos del Padre.
Jesús sostiene que si se hace esto, su gozo estará en sus discípulos y sus discípulos estarán plenamente gozosos. El gozo aparece cuando se tiene la seguridad de estar cumpliendo con el mandamiento de Jesús.
El maestro también aclara cuáles son los mandamientos que hay que cumplir. Ámense los unos a los otros como yo los he amado. El amor más grande es poner la vida por los amigos. No se trata, como podríamos llegar a pensar, en cumplir con los diez mandamientos, Jesús no está hablando de eso. Está hablando de otra cosa. Está hablando de amarse los unos a los otros, incluso, poniendo la propia vida a disposición.
Por esto el mandamiento del amor de Jesús supera los diez mandamientos del AT. Porque yo puedo respetar cada uno de ellos sin amar a nadie. Yo puedo decirle a alguien “te mataría con mis propias manos, pero no lo hago”. Así estaría guardando el mandamiento “no matarás”, pero ¿Tengo amor por el otro, por la otra? No… Jesús propone amar, amar y amar…
Jesús les dice a sus discípulos/as y a nosotros también, que somos sus amigos si hacemos lo que Él nos manda. En este punto pareciera que se trata de una amistad condicionada. Suena hasta infantil decirle a alguien “si hacés lo que yo te pido, sos mi amigo” (15:14).
En el siguiente versículo (15:15) se aclara este tema. Jesús dice que no los va a llamar siervos, porque éstos no saben lo que hace su señor, se limitan a cumplir órdenes. Hay una distancia entre el siervo y su señor. Lo que Jesús sostiene es que todo lo que él ha hecho y ha dicho ha permitido que ellos conozcan a Dios, conozcan lo que “piensa su Señor”. Por eso ahora son amigos, porque saben cómo viene la mano, conocen cuál es la voluntad de Dios para la humanidad.
Finalmente, luego de afirmar que Él los ha elegido a ellos y no ellos a Él, y que quiere que los frutos de ellos sean buenos y perduren en el tiempo, da la promesa de que todo lo que se le pida al Padre, Él lo concederá. Y termina diciendo una vez más: ámense los unos a los otros”.
2. 1 Juan 5:1-6
El autor de esta carta dice que aquél que cree que Jesús es el Cristo ha nacido de Dios. También dice que quien ama al que lo engendró (el Padre), debe amar a las otras personas que son sus hijos e hijas.
El autor quiere ayudarnos a descubrir si amamos o no a los demás hijos de Dios, es decir, a cualquier persona que afirme que Jesús es el Cristo, persona que ha sido hecha hija de Dios. Esto se puede ver, nos dice, cuando amamos a Dios y guardamos sus mandamientos.
Aquí me parece muy necesario recordar lo que dijimos recién sobre los mandamientos hablando del pasaje del Evangelio. Cumplir los mandamientos de Dios no tiene que ver con el respeto a las leyes del AT. Cumplir los mandamientos de Dios nos hace ver mucho más allá de un mero legalismo religioso. Se trata de ser imitadores de Jesús, quien supo distanciarse del legalismo religioso llegando con amor a todos y a todas.
Cumplir con estos mandamientos de Dios no debería ser algo gravoso o costoso para nosotros. Porque si nacimos de Dios (si creemos que Jesús es el Cristo) podemos vencer al mundo por medio de nuestra fe. En este sentido, creo vencer al mundo tiene que ver con superar estereotipos, superar prejuicios, superar nuestras mezquindades cuando hablamos del amor de Dios.
3. Hechos 10:44-48
Entrando en el pasaje de los Hechos, debemos decir que Pedro está en la casa de Cornelio, un militar romano (extranjero y gentil) simpatizante del culto judío, era un prosélito. En los versículos anteriores, Pedro ha afirmado que entiende que Dios no hace acepción de personas, sino que se agrada del que le teme y obra con justicia (Hch 10:34-35). En este sentido, Pedro ha dado un salto enorme con respecto de muchos de sus compañeros apóstoles judíos. Ha entendido que Dios no sólo busca a determinadas personas, sino que busca a todos/as. También ha entendido que no se necesita cumplir con ciertos requisitos para que Dios acepte a las personas. Dios acepta a todos, vengan de donde vengan, sean como sean, vivan como vivan, son aceptados/as… Sostiene en Hch 10:25: “Como ustedes saben, para un judío es muy repugnante juntarse o acercarse a un extranjero, pero Dios me ha hecho ver que no puedo llamar a nadie gente común o impura”.
En el pasaje que leímos hoy, mientras Pedro predicaba acerca de Jesús, se da lo que algunos llaman el “Pentecostés de los gentiles”. Todos estos extranjeros en casa de Cornelio a quienes Pedro les estaba predicando acerca de Jesucristo fueron llenos del Espíritu Santo y hablaban en lenguas y glorificaban a Dios. Y fueron bautizados en el nombre de Jesús, siendo parte de los primeros cristianos en el imperio romano.
Esta actitud abierta de Pedro –en este momento- para con los gentiles extranjeros fue una osadía. El mismo Pedro va a tener dificultades con otros discípulos quienes no piensan como él. Pablo, el Apóstol a los gentiles por excelencia, será quien le pida a Pedro que sostenga su convicción.
De manera que todos estos apóstoles eran creyentes, todos habían recibido el Espíritu Santo en aquél Pentecostés en Jerusalén. Pero mientras algunos sentían que el fluir del Espíritu Santo los animaba a cambiar ciertas estructuras, a repensar ciertas seguridades, a superar ciertos límites, a saltar barreras, y todo por amor, había otros discípulos que no lo veían así… sino hasta un tiempo después.
1. En este domingo, creo que Dios nos pide respetar los mandamientos de Jesús. En este caso no se trata simplemente de amar a los demás como a nosotros mismos (como aparece en los otros evangelios). Dios nos pide amar como Jesús amó, ser imitadores/as de su amor para con los demás. Nosotros, que conocemos en Jesús la voluntad de Dios –y esto nos hace sus amigos- debemos ser sus imitadores y llevar de su amor a todos lados y a todas las personas.
2. Creo también que Dios nos anima a repensar quiénes son o pueden ser hijos e hijas de Dios. Conozco gente consagrada que hablando de otras personas creyentes afirman livianamente: “esas personas no son hijos e hijas de Dios”. El texto de 1 Juan nos dice que quien cree que Jesús es el Cristo es hijo de Dios y ha nacido de Él. Dicho de otra manera, todo aquél que confiesa que Jesús es el Cristo tiene renovada en sí mismo la imagen de Dios. Le guste a quien le guste, le cueste a quien le cueste…3. Finalmente creo, que en estos tiempos que vivimos donde desde tantos ámbitos cristianos y evangélicos se discrimina, se segrega, se excluye a tantos y tantas por ser diferentes, nos toca a nosotros y nosotras en este tiempo levantar una voz diferente. La voz de Pedro pudo ser escuchada en su momento y tiempo después la voz de Pablo. Hoy les toca a ustedes y me toca a mí, dejar que el Espíritu de Dios trabaje en nosotros y nos anime a dar pasos hacia adelante. Pasos en la búsqueda de fidelidad a Dios, para que ese amor que Él nos dio sin merecerlo y sin razón, pueda llegar a tantas personas a las que se les dice que no lo merecen.
El pastor bautista Martin Luther King, Jr., defensor de los derechos civiles y de la igualdad entre blancos y negros en los EE.UU., tiene una muy breve reflexión sobre la toma de posturas que me gustaría compartir para cerrar:
“La cobardía hace la pregunta ¿Es seguro?
La conveniencia hace la pregunta ¿Es político?
La vanidad hace la pregunta ¿Es popular?
Pero, la conciencia hace la pregunta ¿Es correcto?
Y llega el momento en que se debe tomar una posición que no es segura, ni política, ni popular. Pero se la debe tomar porque es la correcta”.


Quiera Dios que la típica frase que ponemos en señaladores, tarjetas, invitaciones y calcomanías “Dios es amor”, se pueda ver reflejada en nuestra vida y así, más personas puedan afirmar que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios. Que así sea. 
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