martes, 9 de septiembre de 2014

Predicación

Domingo 07 de Septiembre – 13º de Pentecostés
P. Maximiliano A. Heusser

Leer:
Romanos 13:8-14: El cumplimiento de la Ley es el amor: "Amarás a tu prójimo como a ti mismo”.
Mateo 18:15-20: Cómo resolver cuestiones en la Iglesia.

Este domingo los textos bíblicos de Romanos y de Mateo nos hablan del ser comunidad y de cómo ser comunidad. Pablo les escribe a los romanos y les da toda una serie de recomendaciones en cuanto a los deberes de la vida cristiana. La porción que leímos recién está en ese contexto. En este pasaje Pablo habla del amor y dice que toda la Ley se resume en: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. Es decir, que Para Pablo, el cumplimiento máximo de a Ley es el amor. Esto, como decía al principio, tiene que ver con la comunidad.
1. En un primer sentido podemos pensar el tema del amor dentro de la comunidad de fe. El amor debe ser lo que rija, oriente y anime las relaciones interpersonales que se dan en el ámbito de la comunidad de fe. ¿Por qué decimos esto? Porque si hay amor entre nosotros y nosotras, todo va a ser más fácil. Esto, por supuesto, no significa que no vamos a tener problemas o inconvenientes, pero va a ser más fácil solucionarlos. Es como en el matrimonio, habiendo amor es un poco más fácil solucionar lo que se vaya presentando.
Hace unos domingos les compartía las palabras del Pastor Douglas Rouffle en cuanto a la relación entre la Iglesia y el Reino de Dios. Cuando decíamos que teníamos que ser señal o signo del Reino, una de las maneras era haciendo evidente el amor que nos teníamos como comunidad. De esta manera, la gente iba a decir: “miren cómo se aman”.
Esto no es algo fácil o sencillo. Uno ama -por ejemplo- a su pareja, porque la ha elegido para vivir juntos toda la vida. Pero uno no ha elegido a todas las personas que vienen a la Iglesia para vivir toda la vida. Entonces uno se encuentra con gente con la que no tiene mucho en común, con gente que es de otro equipo de fútbol; con gente que tiene una ideología diferente, o incluso, opuesta a la nuestra; con otra formación (mayor o menor); gente con otros intereses; con gente de otra edad, etc… y sin embargo, todos somos parte de la misma comunidad.
Dios es amor, por lo tanto, el que ama ha conocido a Dios, porque Dios es amor (1 Juan 4:8). Este amor que debemos intentar tener no depende sólo de nuestras fuerzas o nuestra capacidad de amar. Este amor viene del Dios en el que creemos, quien se hizo ser humano por amor a cada uno de nosotros y la humanidad toda.
Debemos, entonces, intentar ser una comunidad de fe donde el amor sea el sentimiento que nos ayude a relacionarnos. Donde el amor oriente cómo le hablo a tal o cual. Donde el amor sea lo que me motive a acercarme al otro, a la otra. Donde el amor sea el sentimiento que venga a mi corazón y a mi mente cuando piense en los hermanos y hermanas de la comunidad de fe.
Una comunidad que viva llena de amor los unos por los otros, seguramente tendrá muchos menos problemas que una que no lo haga.
2. En un segundo sentido, este amor en el que se cumple plenamente toda la ley, debe salir de la comunidad de fe. No sólo debe salir como testimonio del amor interno (“mirá cómo se aman”), sino que debe llegar fuera de la comunidad. Es decir, una comunidad donde el amor tiene un lugar privilegiado, es una comunidad que ama. Y ese amor que se exterioriza se traducirá en diferentes programas y actividades de la Iglesia. Así sabemos de Iglesias, por ejemplo,  que han abierto escuelas, porque en sus barrios había una necesidad puntual y buscaron desde el amor responder a esa necesidad. Otras comunidades han abierto consultorios médicos, guarderías, clases de apoyo, bolsas de alimentos, etc. Intentando responder desde el amor a las necesidades del propio contexto.
El amor de Dios en la comunidad de fe también se tiene que exteriorizar en cómo nos relacionamos con el afuera de la comunidad; con aquellos que no vienen, que no conocen de la fe; con aquellos y aquellas que quizás están en otras búsquedas… He escuchado a predicadores evangélicos y a hermanos/as de nuestras comunidades, hablando de “los que viven en el mundo, perdidos y entregados al pecado, sujetos a la concupiscencia de la carne”. Si bien estas son expresiones bíblicas que no tienen nada de malo, no es la mejor manera de relacionarnos con el afuera de nuestras comunidades. Si nos expresamos así no demostramos absolutamente nada de amor hacia esas personas. La gente en lugar de decir: “mirá cómo aman”, va a decir: “mirá cómo señalan y juzgan”. Si nos pusiéramos más fríos y pensáramos nuestra relación con el afuera de la comunidad desde el punto de vista del marketing (entiendo que el Evangelio no se vende, es un ejemplo) tampoco deberíamos expresarnos de esta manera.
Qué difícil es ser una comunidad de amor, una comunidad donde se construyan relaciones y lazos de amor, donde ese amor sea exteriorizado en acciones y programas de la Iglesia, y donde todo el mundo pueda sentir que es amado y recibido con los brazos abiertos.

3. Esto nos lleva también a reflexionar sobre el pasaje del Evangelio de Mateo. Esta porción bíblica ha sido llamada “la corrección fraterna”. La mayoría de los biblistas están de acuerdo en que se pone de manifiesto una problemática de la comunidad mateana. ¿Cómo hay que hacer cuando un miembro de la comunidad peca contra alguien de la comunidad o contra la comunidad misma?
Aquí también el amor es sumamente necesario. Esta serie de pasos que se sugieren no buscan cumplimentar un proceso jurídico. Buscan la manera más fraternal y pedagógica de resolver un conflicto que daña a hermanos de la comunidad o la vida misma de la comunidad de fe. Se pide señalar la cuestión en forma personal para no difamar al hermano/a. Si éste no cambia de actitud, se pide que vaya con otro u otros/as para que vea que son varios los que piensan que debería cambiar de actitud. Finalmente, si no escucha a este grupo, se pide que toda la comunidad considere el caso. Si no escucha a la comunidad reunida en un mismo sentir, él mismo querrá salir de esa comunidad.
Es muy interesante ver qué texto está justo antes de este: “La parábola de la oveja perdida”. Ese pastor que deja 99 ovejas para ir en busca de esa que se perdió y alejó del redil. Este es el contexto del pasaje del Evangelio. La necesidad de hacer todo lo posible para que nadie abandone el redil.
Se busca que el hermano o la hermana en error, un error que afecta a otros hermanos o a la misma comunidad, pueda darse cuenta y cambiar. Es un intento amoroso de salvar la situación sin que nadie salga lastimado. Aquí hay una comunidad, la comunidad mateana, que  ama a sus hermanos y hermanas. No es una comunidad erigida en juez de las vidas y las conductas de sus miembros. Es una comunidad que busca, en amor, lo mejor para cada uno de quienes la integran.
Si en algo nos tendremos que poner de acuerdo hoy en la tierra como comunidad de fe (Mt. 18:19), es en pedirle a Dios que nos de más amor, porque nos falta. Porque no somos una comunidad que pueda ser definida como amorosa. Tenemos amor, nos queremos, pero no somos una comunidad “muy” amorosa. Por esto mismo, creo que el amor de Dios tampoco desborda de nosotros/as y llega puertas afuera de la Iglesia.
Como nos ha exhortado en más de una oportunidad nuestro Obispo, congregacionalmente debemos buscar:
* Ser congregaciones amorosas, contenedoras, inclusivas y sanadoras.
* Ser congregaciones que hacen nuevos discípulos y discípulas.
* Ser congregaciones abiertas a los cambios y movimientos que se producen en la gran parroquia donde estamos insertos.
* Ser congregaciones proféticas, que se sumen con otros espacios sociales a la búsqueda de una sociedad más justa e igualitaria.
Que el Señor nos bendiga, Amén.
Córdoba, Argentina.


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...