sábado, 31 de agosto de 2013

Predicación

15º Domingo de Pentecostés
01 de Septiembre de 2013
P. Maximiliano A. Heusser
Proverbios 25:6-7 - Hebreos 13:1-8, 15-16 - Lucas 14:1, 7-14

El texto del Evangelio del fin de semana pasado también nos hablaba de algo que sucedía en día sábado: la sanación de la mujer encorvada. Hoy, el texto del Evangelio también nos ubica en un día sábado. El relato inmediatamente anterior al pasaje de hoy nos cuenta que siendo sábado, un gobernante fariseo invita a Jesús a comer en su casa. Allí, para arrancar, sana a un hombre hidrópico (retención de líquidos), volviendo a sanar en día sábado. A continuación el relato de hoy, estas enseñanzas en torno a los lugares en la fiesta y a los invitados.
Las listas de invitados/as y poner sus nombres en las mesas ha solucionado el problema de ubicarse uno mismo en algún lugar.
Jesús no está hablando de modales, de educación o de reglas de etiqueta, está hablando del Reino de Dios, por eso lo que dice es importante y debe ser Evangelio para cada uno de nosotros y nosotras.

Jesús comienza hablando de los lugares en los que la gente se sienta o se quiere sentar en una fiesta. Hay lugares más importantes, de mayor reconocimiento y hay lugares menos importantes y de menor reconocimiento.
“Jesús no enseña simples normas de comportamiento social, sino que parte de las buenas maneras al sentarse a la mesa para sacar conclusiones acerca del Reino” (Armando Levoratti).

Mi suegro, docente rural jubilado, siempre recuerda que en un pueblo pequeño en el interior de Chubut, Corcovado, cuando se hacían las fiestas patrias y algún almuerzo para todo el pueblo, había una sola mesa que estaba sobre una pequeña tarima, esa era la mesa de los “notables”, allí se sentaba el jefe comunal, el comisario, el maestro, el médico si había, etc. El resto de los mortales se ubicaban en las otras mesas a ras del suelo. Aunque era un pueblo perdido en la inmensidad de la Patagonia, había lugares de privilegio y honores para algunos pocos.

Lo que Jesús advierte es que no hay que buscar los lugares de privilegio y honor. No puede ser la actitud de un seguidor/a de Jesús, el buscar los lugares importantes, el reconocimiento, los halagos, el trato diferenciado, la autoexaltación. La actitud del discípulo y de la discípula de Jesús no será buscar los primeros lugares.
Aquí podemos preguntarnos por qué. ¿Qué hay de malo en que uno quiera ser halagado? ¿Qué hay de malo en que se me ofrezca un lugar de privilegio? ¿Qué hay de malo en que alguien me haga favores de algún tipo por mi lugar social o por lo que sea? ¿Qué hay de malo en que se me trate bien o mejor que a otros/as? ¿Qué hay de malo?

No hay nada de malo en que se nos trate bien, lo malo será la consecuencia de esto: desinterés por aquellos que no son como uno, despreciar a los demás, a los que están más abajo, a los que no están en mi mismo nivel, a aquellos que no son reconocidos como yo, a aquellos/as que no son tratados tan bien como yo… Los seres humanos tenemos una gran facilidad de en un segundo creernos mejores que los demás. La actitud del cristiano no puede ser creerse mejor que otro, creerse mejor que otra. Recordemos que como dice Jesús en el pasaje de hoy, puede venir el anfitrión y pedir que nos corramos, porque vino alguien más importante que nosotros, y nos manden al último lugar.
En el Reino de Dios no hay lugares de privilegio…
En el Reino de Dios no hay quienes toman decisiones y quienes las tienen que aceptar…
En el Reino de Dios no hay jefes, hay obreros y obreras…
En el Reino de Dios no hay personas más importantes que otras… hay pueblo de Dios.

La segunda parte del texto del Evangelio contiene una recomendación de Jesús al gobernante fariseo que lo ha invitado. El cuestionamiento está en que la norma social indica que si uno ha sido invitado por otro, eventualmente, habrá que retribuir la atención. Esto sucedía y era totalmente habitual en la época de Jesús, pero pasa de la misma manera en nuestro tiempo. El refrán popular dice: “favor con favor se paga”. Invitación, con invitación de paga. Ayuda, con ayuda se paga, y así podríamos dar muchos ejemplos.
La lógica de este funcionamiento radica en la retribución. No se invita porque sí, se invita porque se sabe que ya vendrá la invitación como respuesta. Con esta misma lógica hay muchos que ayudan, porque eventualmente esa ayuda también la podré reclamar. Hago un favor a otro o a otra, porque eventualmente ese favor me será retribuido.

Hay algunos conductores de televisión que acostumbran cerrar sus programas como alguna frase que se hace parte de la rutina. Algunos hacen simplemente un saludo, otros, dicen algo acerca del contenido o los valores que sustentan para ellos su programa. Uno de estos conductores cerraba uno de sus últimos ciclos con la frase: “hagan el bien, porque el bien siempre vuelve”.
Esta aparente buena expresión y un buen deseo, “hagan el bien”, continúa la lógica de la retribución. No hago el bien porque quiero ser bueno o buena, o siento que así se deben hacer las cosas, sino que hago el bien porque quiero que me vuelva el bien. Mi buen accionar está totalmente ligado a lo que quiero que vuelva… El hacer el bien en esta lógica es una especie de 'boomerang'… uno hace lo bueno y lo bueno vuelve…

Esto no es lo que enseña Jesús. El Reino de Dios sigue una lógica distinta. Quienes queremos tener parte en ese Reino debemos actuar de manera diferente. La Iglesia debe funcionar con otra lógica. Jesús enseña que se debe hacer el bien especialmente al que no pueda devolver la atención, al que no pueda devolver el favor, al que no pueda devolver la ayuda…
Porque la verdadera buena acción que surge de un corazón cristiano no busca retribución, busca hacer la voluntad de Dios. 

En los dos casos que menciona Jesús corremos un peligro.
1. En la recomendación sobre los lugares de privilegio (los primeros lugares) Jesús afirma que aquel que se humille será enaltecido. El peligro, hermanos y hermanas es humillarnos pensando en la exaltación posterior. Esto es como la “falsa modestia”. Si hacemos esto, no cambiamos nuestra lógica. La aceptación del Evangelio demanda de cada uno de nosotros y nosotras un cambio de lógica. Un cambio contracultural.
2. En la recomendación de a quiénes invitar (ayudar, dar una mano, etc.) Jesús afirma también que obtendremos recompensa en la resurrección de los justos. Tampoco podemos tener esta actitud, solamente pensando en que seremos recompensados. Porque así no abandonamos la lógica retributiva. Otra vez, la aceptación del Evangelio, demanda de nosotros un cambio contracultural.

Es interesante que, al margen de los peligros que acabamos de mencionar, esto nos cueste tanto. Nos cuesta aun manteniendo nuestra lógica retributiva. Dios tiene tanto trabajo que hacer en nosotros todavía. Dejemos a Dios hacer lo suyo, pero hagamos el esfuerzo de cambiar nuestra vida, lo que nos resulta lógico, buscando la lógica del Reino.

Quiero terminar parafraseando las palabras de la Carta a los Hebreos:

Que el amor fraternal permanezca en nosotros. Y no nos olvidemos de practicar la hospitalidad, pues gracias a ella algunos, sin saberlo, hospedaron ángeles. Acordémonos de los presos, como si estuviéramos presos con ellos, y también de los que son maltratados, como si nosotros mismos fuéramos los que sufrimos. Todos honremos nuestro matrimonio, y seamos fieles a nuestras parejas; porque a los libertinos y a los adúlteros los juzgará Dios. Vivamos sin ambicionar el dinero. Más bien, conformándonos con lo que ahora tenemos, porque Dios ha dicho: «No te desampararé, ni te abandonaré». Así que podemos decir con toda confianza:
«El Señor es quien me ayuda; no temeré lo que otro pueda hacerme.»

Que así sea, Amén. 
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