jueves, 19 de septiembre de 2013

Predicación 15 de Septiembre

17º Domingo de Pentecostés
Salmo 51:1-11 - Éxodo 32:7-14 - 1 Timoteo 1:12-17 - Lucas 15:1-10.

Hoy nos toca hablar de pecado. Venimos transitando el tiempo litúrgico en el que vemos cómo somos, cómo espera Dios que seamos y qué espera de nosotros, la Iglesia.
Es importante reflexionar sobre el pecado, no porque seamos moralistas o insistamos en lo pecadores que somos para auto castigarnos. No, reflexionamos sobre el pecado para no olvidar que somos pecadores, y que cuando creemos tener las cosas “claras”, muchas veces estamos pecando.

En el texto del AT se nos muestra la dureza de corazón del pueblo de Dios, que ante las dificultades necesitaba otro “tipo” de Dios, uno que pudieran ver y tocar, como el becerro de oro. Dios los liberó de Egipto guiando en ese desafío a Moisés, pero ellos se apartaron de Él. Es el pueblo elegido, pero es un pueblo pecador que se aparta de Dios… Está presente el pecado.

En el pasaje de la carta de Pablo a Timoteo, es Pablo mismo quien se reconoce como un pecador en el que actuó la gracia y el amor de Dios. Pablo dice que Jesús vino a salvar a los pecadores, de los cuales él es el primero. Otra vez… Está presente el pecado.

Finalmente el texto del Evangelio de Lucas también nos habla de pecado. Comienza diciendo el pasaje que se acercaban a Jesús los publicanos y los pecadores para oírlo. Los fariseos y los escribas murmuran debido a esto, considerando que un maestro no se debía juntar con “esa” gente. Jesús responde al murmullo con tres parábolas. El leccionario nos propone detenernos en las dos primeras, la de la oveja perdida y la de la moneda perdida. En estas parábolas, la estructura interna está compuesta por: pérdida – encuentro – gozo.
La frase fuerte de Jesús en el caso de la primera es: “Les digo que así también será en el cielo: habrá más gozo por un pecador que se arrepiente, que por noventa y nueve justos que no necesitan arrepentirse” (Lc 15:7). En el caso de la segunda parábola es: “Yo les digo a ustedes que el mismo gozo hay delante de los ángeles de Dios por un pecador que se arrepiente” (15:10).
Los escribas y fariseos eran hombres que conocían, estudiaban y cumplían la Ley. Esta observancia de la Ley los distanciaba de tantas personas que no podían cumplir las leyes que ellos mismos habían escrito y aplicaban. Todas las personas que no cumplían con sus leyes y normas eran considerados impuras, y por lo tanto, personas pecadoras.

Es muy significativo que sean estos impuros/as y pecadores quienes se acercan a escuchar a Jesús. ¿Por qué se acercan? ¿Jesús les habla de algo que les gusta escuchar? ¿Jesús los anima a ser impuros o no cumplir la Ley? ¿De qué les habla Jesús? ¿Cuál es la actitud que Jesús tiene para con estos grupos de impuros, pecadores y excluidos?

La iglesia cristiana tiene todavía tanto que aprender del Maestro de Nazaret y de su manera de relacionarse con las personas…
Vale decir que estas personas eran consideradas de esta forma negativa por leyes y normas que estos grupos de estudiosos y conocedores habían escrito o hacían cumplir. De manera, que estas personas que escuchan a Jesús y se acercan a él, quizás no eran tan pecadores como los legalistas “religiosos” afirmaban.

Por esto resultan sugestivas las afirmaciones de Jesús respecto del gozo por el arrepentimiento de los pecadores.
La tradición ha considerado a lo largo de los años que en este relato los pecadores son quienes escuchan y se acercan a Jesús: publicanos, prostitutas, gente pobre, gente enferma, gente con necesidades… De esta manera se pone el acento en que Dios recibe y perdona a esta “pobre gente”. En esta interpretación se acentúa el perdón amoroso de Dios para todos aquellos que se apartan de una vida de pecado.

Pero… ¿De qué pecadores habla? ¿De los publicanos y compañía? ¿O hablará de aquellos que decían quiénes eran los impuros y los pecadores? Si fuera así, la cuestión se torna diferente. En esta línea de interpretación el foco se pone sobre los escribas y fariseos, y en consecuencia, sobre nosotros, personas de iglesia, gente de fe, buenos hermanos, buenas hermanas, gente de Dios. El acento no deja de ser el perdón de Dios, salvo que ahora se trata del perdón de Dios para nosotros y nosotras… quienes ya creemos en Él.

Tomémonos un momento para pensar… ¿Cuántas veces los cristianos, personas de bien, hombres y mujeres consagrados/as a Dios, nos hemos levantado en adalides de la santidad (o de una presunta santidad) indicando con nuestro dedo índice, o mucho más sutilmente, con miradas, comentarios, actitudes, falta de atención, desprecio, quiénes son los pecadores e impuros en nuestra sociedad?

Seguramente hemos dicho o hemos escuchado alguna de las siguientes frases: “no vive de acuerdo a la Palabra”; “vive en pecado”; “no está en el camino”; “viven muy livianamente”; “eso no es lo que Dios manda”; “Si vive así no puede estar verdaderamente consagrada”; “La Palabra les condena”; “Yo no lo juzgo, Dios lo va a juzgar”; “Yo no discrimino a nadie, pero esa forma de vivir no es de Dios”; “No se qué Biblia lees vos, pero la mía dice que sos pecador”, etc. 
¿Es esta la forma en la que Jesús, nuestro Maestro, se relaciona con quienes se acercan a él?

Hemos sido los cristianos quienes hemos justificado bíblicamente la necesidad y lo beneficioso de tener esclavos.
Hemos sido los cristianos quienes hemos justificado bíblicamente la necesidad de colonizar otros pueblos, otras culturas, otras creencias.
Hemos sido los cristianos quienes, con fundamento bíblico, hemos desarrollado el sistema de segregación racial en Sudáfrica denominado “Apartheid” hasta el año 1992.
Hemos sido los cristianos quienes afirmábamos en plena dictadura militar argentina: “aquí no pasa nada”, “los argentinos somos derechos y humanos”.
Hemos sido los cristianos quienes hemos salido a la calle, cacerola en mano, reclamando por nuestros ahorros, pero no nos hemos movido ni un metro para reclamar por el hambre de nuestro prójimo.

¿Quiénes son los pecadores del relato del Evangelio?
¿Quiénes son los que se tienen que convertir y habrá gozo en el cielo?
¿Quiénes necesitan tener más amor de Dios en su corazón?
¿Quiénes deben dejar de juzgar para comenzar a amar?

Presentación: “¿Quiénes son pos pecadores?”.

Decía al comienzo que siempre es bueno reflexionar sobre el pecado. Ahora debemos asumir nuestra culpa, nuestras faltas, nuestra distancia de la práctica de Jesús, nuestro juicio fácil, nuestra falta de amor…

Quiera nuestro buen Dios, darnos corazones honestos, para que podamos volvernos a Dios. Para que podamos tener un corazón como el de Jesús, quien no juzgó ni condenó a los que no eran “tan santos”, sino que se acercó a ellos, les habló, los escuchó, los incluyó, y se hizo uno de ellos, en contra de lo que los “supuestamente buenos” decían que había que hacer. Que así sea, Amén.

P. Maximiliano A. Heusser
Córdoba, Argentina.

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