lunes, 30 de abril de 2012

Predicación Cerro de las Rosas. Domingo 29 de abril de 2012.



4º de Pascua.

Texto: Juan 10.10-18 y 1ª Juan 3.16

Un amor comprometido y generoso.

En nuestro mundo actual, al igual que en los tiempos de Jesús, no siempre era fácil distinguir lo bueno, de lo que en apariencia también es bueno.
La idea de Jesús, el rebaño y el corral, tiene las más variadas tradiciones. Quizás sea bueno recordar que el corral en griego, deriva de una palabra que es “ethos”. De ahí viene nuestra palabra “ética” hoy día…ese lugar por donde las ovejas se mueven y en donde Jesús mismo es la puerta de entrada y salida al mismo. Cualquier intento de saltar las vallas sin usar la puerta de acceso que Jesús mide y regula, siguiendo con la imagen alegórica sugerida, tendrá riesgos de todo tipo. Uno de ellos, salir sin más, olvidando que el mismo ejercicio de movimiento se puede hacer a diario con el resguardo y la mirada atenta del pastor que ama, cuida y protege a sus ovejas.
Volviendo al texto tan conocido del buen pastor, saquemos al menos, algunas preguntas que nos ayuden para madurar nuestra vocación comprometida con el Reino.

Asumir la tarea como propia (11-13): una vez más, Jesús asume para si, los rasgos del AT tantas veces mencionados, esta vez como el Buen Pastor (cf. Jer.23 y Ez.34) que, uno de sus rasgos distintivos es, su estado de pertenencia al rebaño de ovejas y de éstas, a él.
En contrapartida, el asalariado, aquel que no es dueño de esas ovejas, no las considera como suyas, huye y no pone en riesgo su vida.
Esta tarea del cuidado de Jesús hacia cada uno de nosotros, tiene un elemento que subordina toda la tarea y la hace posible (leer 1º Juan 3.16). El amor es el elemento diferenciador de su tarea. Es ese amor que “obedece” al Padre, lo que le da autoridad sobre los que son suyos…
La vida de fe, en la comunidad misma, tiene un dato siempre pedagógico y presente. Adueñarnos de ese amor compartido que es eje de nuestra vida. Aquello que no podemos amar, tampoco lo podemos sentir como propio. Porque justamente, el amor, al decir de un poeta cubano: “se adueña, conquista….”
Es este sentirnos dueños de las tareas encomendadas lo que nos permite tener la pasión y firmeza necesaria para cada cosa nueva que se presenta. Y hablo de tareas porque de eso encargado, somos dueños en nuestra responsabilidad frente al Señor en todo momento.
Siempre es válido preguntarnos, ¿cuáles son las tareas en tu vida de las cuáles te sentís dueño/a? o lo que sería parecido preguntar, ¿cuáles aquellas que te apasionan? ¿es la fe algo que te ayuda en este discernimiento?

Una comunión más allá de nosotros mismos (14-15): parafraseando al teólogo francés, Oscar Cullmann hablando del articulado doxológico de, “en el nombre del Padre, Hijo y Espíritu Santo”, la experiencia nuestra de cada día, hace el camino inverso y comienza desde la intimidad de un espíritu que nos revela la obra de Cristo y este a su vez, nos hace conocer al Padre.
Es importante entender los datos teológicos fuertes y presentes, la fuente de nuestra comunión esta dada en la comunión del Padre con el hijo en una expresión eterna en el amor que se refleja en el encarnado. Es esta experiencia de amor filial que da la razón de entrega del hijo (“doy mi vida por las ovejas”). Si bien nuestros afectos en la comunidad son más que importantes, y también rectores del como nos sentimos cada vez que estamos juntos, los mismos solo se pueden sostener como testimonio del evangelio, desde esta relación antes descripta. Caso contrario, lo nuestro es un mero voluntarismo que nos acerca más a un club de buenos amigos que, a una iglesia confesante de Cristo. De qué otro modo podríamos practicar este amor “entregado” los unos con los otros.
Por ende siempre es bueno preguntarnos por el alcance de este amor los unos con los otros en acciones concretas de la comunidad, ¿hasta qué punto perdonamos las acciones de otros/as? ¿Hasta que puntos somos solidarios y responsables de lo que les va pasando a nuestros hermanos? Sean o no parte de mis “amigos favoritos” por así decirlo, dentro de la congregación en la que estoy…

El amor es obediente, a pesar de… (16-18) la iglesia de Jesucristo, una vez más, es el punto bisagra en la historia, el punto de partida para entender donde estamos parados y dónde nuestras lealtades.
Cuando Jesús habla de reunir a las ovejas de otro redil bajo un solo pastor, esto no se trata de un proyecto único de iglesia, bajo la autoridad de un fuerte liderazgo carismático. Esto sería negar la diversidad de dones del “Cuerpo de Cristo”. El propósito tiene que ver con una sola lealtad, una sola fidelidad que de mayor profundidad y comprensión a nuestro amor cotidiano y al que expresamos en la vida comunitaria.
Un amor obediente a la cruz, como es el caso del sacrificio de Jesús mismo, permite un reencuentro con el otro distinto, con el impensado, aún más allá de nuestras fuerzas y voluntades. En este caso, es el amor el punto de superación permanente que Jesús nos brinda a cada instante.
Por esto mismo, las comunidades de fe, militantes en ese amor, sincero, leal y fiel a su pueblo, damos testimonio de la libertad, de la diversidad y la entrega cotidiana por otros, así como de proyectos que vale la pena seguir cuidando y defendiendo de salteadores y “ladrones”.
¿Cuáles son esos actos generosos de amor que te muestran claramente el amor de Cristo en esta comunidad de la que sos parte? ¿Cómo se manifiesta el Buen Pastor que está junto a tu iglesia?

Que Jesús nos acompañe en esta meditación a lo largo de la semana y que podamos encontrar los modos de hacer efectivo un amor del cual queremos apropiarnos y brindar a los demás. Amén.



P. Leonardo D. Félix
Córdoba, abril de 2012
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